Silvia Orriols
Olfateando el sentir de la opinión pública, se intenta afianzar un cordón sanitario en torno a Aliança Catalana. Pero seguramente sea ya tarde.
En las comunidades humanas existe un punto de inflexión, un clímax, un hasta aquí hemos llegado, a partir del cual la sociedad ya no aguanta más. En Ripoll, la localidad donde ejerce de alcaldesa Silvia Orriols, ese instante crítico se alcanzó después de trascender que el anterior equipo de gobierno municipal había ordenado a varios funcionarios del consistorio que hicieran todos los días la compra en el mercado a las familias de los asesinos del atentado de las Ramblas para que no se sintieran estigmatizadas.
A Orriols tendrían que haberla echado del cargo, moción de censura mediante, hace unas horas. Pero a la dirección de Junts, su antiguo partido, le temblaron las piernas en el instante decisivo. Puigdemont y su gente recuerdan bien lo que pasó en Badalona cuando se intentó acabar con Albiol, el político más popular de Cataluña ahora mismo, por idéntica vía. No existe ningún lugar en Europa, ninguno, donde se produzca una inacción institucional, una constante renuncia a ejercer la autoridad frente a los problemas de orden público generados por la inmigración conflictiva, similar a la que se observa hoy en Cataluña. En Lisboa, una gran capital repleta de población de origen africano, puedes pasear de madrugada sin la menor sensación de peligro. Yo vengo de hacerlo.
En Barcelona, mi ciudad, un par de magrebíes acaban de apuñalar en el estómago a un chaval de 17 años en el centro de la Plaza Cataluña, a escasos metros de un cuartel de la Guardia Urbana. Ocurrió a las 9 de la noche. La ceguera absoluta de la clase política local frente a los estragos en la seguridad y la mera convivencia que está provocando la inmigración irregular, masiva e incontrolada, un tancredismo transversal compartido por el establishment catalán en pleno, tanto el de de la derecha como el de la izquierda, remite a una actitud suicida. Ahora, olfateando con creciente pánico el sentir de la opinión pública, se intenta afianzar un cordón sanitario en torno a Aliança Catalana, el partido de Orriols. Pero seguramente sea ya tarde. Cataluña, su sociedad, está a punto de estallar.
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