
Cada cinco años la Generalidad catalana despilfarra una sustantiva cantidad de dinero en preguntar a los ciudadanos cuál es su lengua materna, en qué idioma hablan habitualmente y en qué contexto utilizan una lengua u otra de las dos que son oficiales en la región. La "Encuesta de Usos Lingüísticos de la Población" se llama la cosa, un sondeo cuya fiabilidad oscila entre el CIS de Tenazas y un sondeo en la red social X.
La "idea" de las autoridades autonómicas es que la encuesta avale las pautas de su política lingüística, que consiste sustancialmente en menospreciar el idioma español, discriminar a sus hablantes y fomentar el odio contra todo lo que tenga relación con España, su cultura, su lengua y sus símbolos.
Luego ya, si eso, se trata de fomentar el catalán, pero con tan mala traza que han convertido ese idioma en un artefacto antipático aunque indispensable para relacionarse con la administración y en ambientes tan poco recomendables como el de la política, los medios de comunicación del sistema nacionalista y la "cultura" catalana, entre otros.
La actualización de la encuesta sostiene que sólo el 32,6% de los ciudadanos utilizan el catalán de manera habitual, lo que no deja de ser un fracaso estratosférico tras medio siglo de inmersión lingüística en las escuelas, de adoctrinamiento escolar y mediático, de discriminación de los castellanohablantes, de vulneración de los más elementales derechos lingüísticos de millones de personas.
Pero ese porcentaje del 32,6% es lo de menos, una cifra como otra cualquiera. Lo mismo podrían haber dicho que sólo un 28,7% habla catalán o que es el 33,3%. De lo que se trata es de justificar la apisonadora lingüística para erradicar el español, de presentar el catalán como un idioma en riesgo de extinción, de mostrar a sus hablantes como víctimas y de dar otra vuelta de tuerca contra quienes se resisten a que la administración les imponga lo que tienen que hablar o en qué lengua deben pensar.
Una parte del independentismo está obsesionada con la cuestión lingüística y la prueba de ello son las denuncias contra el personal sanitario que atiende en español. Hasta ese punto llega la fobia. Prefieren morirse en catalán que curarse en castellano, como dicen para evitar atragantarse con la palabra "español".
Desprecian el esfuerzo de médicos, enfermeras, auxiliares y administrativos por atender lo mejor posible a los pacientes, por adaptarse a las circunstancias y por salvar vidas, sea en catalán, en urdu, árabe o en la lengua materna de más de la mitad de la población de Cataluña, incluidos los sanitarios de aquí y los que se contratan del resto de España y de Hispanoamérica, tan catalanes al aterrizar en Cataluña como los autores de la encuesta, pero mucho más importantes.
