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Darán mucho 'cringe'

En cuanto a las preocupaciones y la frivolidad de las conversaciones de los jóvenes, nosotros éramos iguales, queríamos las mismas cosas. Y queríamos, sobre todo, libertad.

En cuanto a las preocupaciones y la frivolidad de las conversaciones de los jóvenes, nosotros éramos iguales, queríamos las mismas cosas. Y queríamos, sobre todo, libertad.
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (2d), aborda el problema de la vivienda con asociaciones juveniles. | EFE

Ha ocurrido siempre. La jerga propia de la juventud suele llevar a los mayores a creer que tienen la cabeza llena de pájaros. Ayer me senté a tomar una cerveza con seis chavales y, entre "bros", "funados", "hype", "goat", y cuarenta y cinco mil "literales" por segundo, llegué a pensar que estaba en Puerto Rico, en un evento de youtubers fumados y reguetoneros con parálisis maxilofacial. Pero cuando comencé a entender algo de su neolengua, más por la expresión corporal que por el contexto, llegué a la conclusión de que estaban hablando igual que lo hacíamos nosotros hace seis glaciaciones, cuando mis amigos tenían pelo, no había que vender un riñón para pagar una copa, y en la radio musical española solo sonaba Alanis Morissette, como si fuera del mismo Cáceres.

En mi época no había "bros", nadie era el "goat", y si llamabas a alguien "hermano" lo más normal es que te respondiera "¡pues cógemela con la mano!". Sin embargo, teníamos nuestra propia y bochornosa neolengua juvenil que por suerte esquivé, quizá porque, salvo excepciones, prefiero que modas y palabras se asienten con el paso de los siglos antes de sacarlas a bailar. En cuanto a las preocupaciones y la frivolidad de las conversaciones, éramos iguales, queríamos las mismas cosas. Y queríamos, sobre todo, libertad. Algo que casi nadie desea ofrecer a los jóvenes de hoy. Se ofrecen derechos por doquier, derechos que esclavizan, pero no libertades.

El cambio social más interesante que se está produciendo es la desatención de los políticos por los intereses de los jóvenes. Hay quien piensa que es un asunto de edad, y defiende que Feijóo, con 63 años, o incluso Sánchez, con 52 –si no ha mentido—, jamás podrá conectar con los jóvenes. Gran estupidez. Trump, con 78 castañas, ha recibido un enorme respaldo entre los menores de 30 años. Los que creen que es un problema de edad, y he conocido a varios asesores empeñados en esto cuando anduve en la fontanería del Gobierno, son los mismos que piensan que si contratan a una agencia videos estúpidos para TikTok calarán en las nuevas generaciones. El resultado ya lo conocemos: Chanquete al poder.

No, claro, no es eso. No es el líder, ni es el lenguaje, ni el canal de comunicación. Es el fondo. Es desesperante ver cómo la mayoría de los grandes partidos europeos, en realidad también el Partido Demócrata de Estados Unidos, asumen que los jóvenes de 2025 están interesados por el tipo de problemas que tenían los jóvenes en los años 80. El mundo ha cambiado, las necesidades son distintas, y hay un montón de líderes diciendo las mismas cosas y exhibiendo las mismas ideas políticas que podían sacar a pasear a un telediario cualquiera de los años 90.

Un caso clamoroso de esta desconexión lo hemos visto en Europa con la inmigración ilegal. Los políticos mainstream se niegan a abrir el melón por miedos y complejos, como si no existiera el problema, y son incapaces de comprender que son las nuevas generaciones las que más tienen que lidiar con las consecuencias de esas políticas suicidas. Además, los jóvenes son más viscerales y apasionados en esto y no acaban de entender que el Estado tenga que practicar la más pulcra claridad con quien no cumple las normas, mientras exige a los nacionales cumplirlas. La inmigración, las políticas ambientales, la satanización del hombre, la victimización de la mujer. La lista es amplia.

En las últimas semanas, el Post ha estado reuniendo datos para confirmar si es cierto lo que se dice sobre el voto joven, que habría sido clave en la victoria de Trump. La conclusión: el voto joven ha sido importante, pero no solo el voto joven blanco, lo que estropea un poco la línea editorial progresista, sino también el negro y el hispano, que contra todo pronóstico ha dejado de ser voto prisionero de los demócratas.

La izquierda no está hablando a los jóvenes de cosas que puedan excitar sus ansias de ir a votar. No es que estén a favor o en contra de ellas, es que les dan igual, porque no son sus preocupaciones. Está por ver si las derechas, y como se llame el democristianismo cohibido europeo, se dan cuenta de que ya no estamos en 1993. De lo contrario nunca tendrán hype, no serán el goat, serán funados y darán muchos cringe.

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