Menú

El hombre que no disparó a Liberty Putin

Lo que ocurrió entre Trump y Zelensky no fue solo un encuentro diplomático tenso, sino una parábola moderna de poder, principios y traiciones veladas.

Lo que ocurrió entre Trump y Zelensky no fue solo un encuentro diplomático tenso, sino una parábola moderna de poder, principios y traiciones veladas.
Europa Press

El 28 de febrero de 2025, el Despacho Oval se transformó en un escenario de película. Tristemente, un pastiche traicionero de El hombre que mató a Liberty Valance, el clásico western de John Ford, pero con un reparto que refleja las paradojas de la geopolítica actual. En esta reinterpretación posmoderna y siniestra del clásico de Ford, Vladimir Putin encarna a Liberty Valance, el sádico forajido que siembra el caos; Donald Trump asume el papel de Tom Doniphon, un pistolero pragmático que solo piensa en sacar tajada del sufrimiento ajeno; y Volodímir Zelenski se convierte en Ransom Stoddard, el idealista atrapado en un duelo que no puede ganar solo. Lo que ocurrió entre Trump y Zelensky, con Putin como un espectador en las sombras, no fue solo un encuentro diplomático tenso, sino una parábola moderna de poder, principios y traiciones veladas.

Putin, como Liberty Valance, es el villano que acecha desde el horizonte, un hombre cuya ley es la fuerza bruta y cuya presencia envenena (literalmente) todo a su paso. En la película, Valance aterroriza Shinbone con su violencia y su desprecio por cualquier autoridad que no sea su látigo. En el mundo real, Putin hace lo propio con Ucrania, desatando una guerra que comenzó mucho antes de 2022 y que sigue desafiando las nociones de soberanía y justicia. Su sombra se proyectó sobre el Despacho Oval ese día, no físicamente, sino como el espectro que da sentido al enfrentamiento. Cada palabra de Trump y cada súplica de Zelensky estaban moldeadas por la amenaza de este Valance moderno, cuyo poder no necesita estar presente para sentirse. En una de tantas retorcidas paradojas de esta historia, Zelensky aun estando en el Despacho Oval se debía sentir como si estuviese en el Kremlin.

Donald Trump, entonces, es nuestro Tom Doniphon, pero con un giro que lo aleja del heroísmo trágico de John Wayne. En la película, Doniphon es el hombre rudo pero noble que dispara a Valance desde un callejón, salvando a Stoddard y sacrificando su propia gloria por un bien mayor. Trump, en cambio, no actúa desde las sombras ni por altruismo. En el Despacho Oval, su ultimátum a Zelensky —"haces un trato o nos vamos"— y sus gritos sobre "jugar con la Tercera Guerra Mundial" lo pintan como un Doniphon que no busca salvar, sino manipular en busca de beneficios espurios poniéndose de hecho al lado de Liberty Putin. Su furia contra Zelensky, acusándolo de ingratitud y cortando la reunión abruptamente, refleja a un Doniphon que no dispara por justicia, sino por orgullo y conveniencia, incluso contra sus propios amigos. Trump no es el héroe trágico que renuncia a su legado; es el pistolero que exige que el pueblo le agradezca por cada bala con sumisión y dólares contantes y sonantes.

Zelensky, por su parte, es un Ransom Stoddard puro y sin adulterar. Como el abogado interpretado por James Stewart que llega a Shinbone con libros de leyes y fe en la civilización, Zelensky entró al Despacho Oval con imágenes de soldados ucranianos brutalizados y un discurso sobre resistencia y gratitud hacia Estados Unidos. Su postura —recordando que la agresión de Putin precede a su liderazgo y pidiendo apoyo para sostener la lucha— es la de un hombre que cree en los principios sobre el poder crudo. Ha ofrecido su dimisión a cambio de que Ucrania pueda entrar en la OTAN y en la UE. Vale la pena recordar que la primera vez que atacó Putin anexionándose Crimea, un impotente y bobalicón Obama no hizo nada, poniendo los cimientos para el envalentonamiento de la bestia rusa. Zelensky, como Stoddard frente a Valance, se encontró superado. No por falta de coraje, sino porque el duelo no era de argumentos, sino de voluntades. Frente a Trump, el Doniphon renegado, y con Putin como el Valance que acecha, Zelensky intentó apelar a la razón en un Despacho Oval travestido en saloon de tahures y pistoleros donde las pistolas ya estaban cargadas a traición.

En la película, el clímax llega cuando Doniphon mata a Valance, permitiendo que Stoddard viva y construya un futuro más justo. Pero en esta versión del 2025, Trump, como un Doniphon vil y traicionero, no apunta a Liberty Putin, sino que presiona a Zelensky para que ceda terreno. El resultado fue un Stoddard al que pretendía humillar pero que tuvo arrestos para plantar cara al ogro en su misma guarida: Zelensky salió del Despacho Oval con su visita truncada, sin el acuerdo sobre recursos minerales que buscaba, y con Trump declarando en redes sociales que "no está listo para la paz". Podemos imaginar a Liberty Putin con sonrisa cínica y grotesca observando cómo sus enemigos se desgastan entre sí.

La tragedia de esta metáfora radica en su ambigüedad. En El hombre que mató a Liberty Valance, la muerte de Valance marca el triunfo del orden sobre el caos, aunque a un costo terrible: la infelicidad personal de los protagonistas. Aquí y ahora, Liberty Putin sigue siendo una amenaza, Trump juega a ser juez y verdugo sin asumir el sacrificio de Doniphon, y Zelensky, como Stoddard, queda expuesto, esperando un salvador que no llega. ¿Dónde están los líderes europeos, prestos a escribir tuits pero no a mandar ejércitos? La Casa Blanca, por un momento, fue Shinbone: un pueblo al borde del caos, donde los ideales de Zelensky chocan con la crueldad de Liberty Putin y el utilitarismo miserable de Donald Trump. La pregunta persiste: ¿quién afrontará la defensa de los ofendidos y humillados ucranianos? La pelota está en el tejado de los europeos, que se resisten a despertar de su sueño pacifista. Quizás cuando despierten, sea tarde y Liberty Putin se pasee bajo la torre Eiffel.

Temas

En Internacional

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal