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El 8-M de Jéssica R.

Este 8M, lo quieran o no, es el de Jéssica R. Es ella la que debería llevar la pancarta. No la querrán ver ni en pintura, como no querrán ver los caretos de Errejón y Monedero, antes héroes, hoy villanos.

Este 8M, lo quieran o no, es el de Jéssica R. Es ella la que debería llevar la pancarta. No la querrán ver ni en pintura, como no querrán ver los caretos de Errejón y Monedero, antes héroes, hoy villanos.
Ana Redondo. | EFE

Están los partidos de la izquierda como para ir a las manifestaciones del 8M. Pero irán, claro que irán, y se pondrán detrás de grandes pancartas, porque hay que combatir la "ola reaccionaria que se extiende desde los Estados Unidos hasta Europa". La frase es el latiguillo del año y la repiten todas, de la ministra de Igualdad para abajo. Qué bien vienen la ola reaccionaria y el siempre amenazante negacionismo. Todo lo que apunte hacia fuera, desvía de lo que pasa dentro. Dentro de sus partidos. Con la ola y el negacionismo, socialistas, sumandos y podemitas van a tapar, enmascarar y neutralizar los efluvios apestosos de lo de Ábalos, lo de Errejón, lo de Monedero y tantas otras pruebas vivientes de la santurronería feminista, del fingimiento de virtudes que prevalece en partidos que sermonean acusadoramente a la sociedad, mientras llevan el vicio dentro.

La ministra Ana Redondo estará detrás de la pancarta, como si no hubiera pasado nada, porque el hecho de que en su partido haya una tendencia, al parecer, irrefrenable a gastar dinero público en clubs de alterne y prostitutas no le provoca fricción con su feminismo. Ningún partido está libre de "personas con actitudes machistas", dijo en una entrevista el otro día. Ya, pero hable del suyo para empezar. Más cuando en el suyo pasa algo. Pasa algo cuando un ministro que era, al tiempo, el secretario de Organización y mano derecha del presidente, elige a una señora por catálogo, le pone un piso, le da puestos de trabajo en dos empresas públicas y la lleva a no sé cuántos viajes oficiales al extranjero, a gastos pagados, naturalmente, y pasa algo cuando todo esto se hace durante varios años, desde el meollo mismo del poder, en la cúpula dorada del Gobierno y del partido. ¡Y dice la ministra Redondo que le gustaría terminar la legislatura con una ley abolicionista de la prostitución!

Este 8M podía haber sido el 8M de la quema en efigie de Rubiales, pero ni siquiera salieron a la calle contra la sentencia, que siendo condenatoria, es leve en la pena. La que montaron contra la primera sentencia contra la Manada, que ponía penas altas, pero no condenaba por agresión, ya no pueden montarla. El rugido indignado de "¡no es abuso, es violación!" no vuelve, primero porque ya todo es violación (agresión, técnicamente), y segundo, porque del rugido salió una ley que sacó a la calle y rebajó condenas a más de mil agresores sexuales. Las manifas contra la primera sentencia de la Manada fueron el primer acto del feminismo punitivo y de los 8M multitudinarios que no volverán.

Este 8M, lo quieran o no, es el de Jéssica R. Es ella la que debería llevar la pancarta. No la querrán ver ni en pintura, como no querrán ver los caretos de Errejón y Monedero, antes héroes, hoy villanos. El feminismo oficial no trata con la realidad, nunca lo ha hecho, ahora menos. Este 8M barrerá debajo de la alfombra la suciedad y combatirá ardorosamente contra unos tigres de papel.

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