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Andalucía

¿A qué esperan en el PP para unirse al discurso del alcalde de El Ejido?

Incluso la población inmigrante legal de El Ejido ve con muy malos ojos el alojamiento en hoteles y en ese entorno de los irregulares.

Incluso la población inmigrante legal de El Ejido ve con muy malos ojos el alojamiento en hoteles y en ese entorno de los irregulares.
Francisco Góngora. | Archivo

En febrero del año 2000, el municipio de El Ejido saltó a las portadas de todos los medios de comunicación nacionales, a consecuencia de unos disturbios ocasionados por el asesinato de dos agricultores y una joven, todos ellos a manos de inmigrantes. Catorce días separaron los dos primeros asesinatos y el tercero, en días que se fueron caldeando en la zona por momentos, hasta desembocar en una cruda reacción ciudadana contra el colectivo inmigrante.

Se acaban de cumplir 25 años de todo aquello y la peor conclusión que podemos extraer es que no hemos aprendido nada. O quizás sería mejor decir que hemos aprendido muy poco y sólo en un sentido. Desde aquel momento, El Ejido se convirtió en un sensacional ejemplo de trabajo social por la integración de los inmigrantes en el tejido socioeconómico.

El Ejido es un municipio multicultural y multiétnico que acoge a 104 nacionalidades, que conviven con una armonía que no es ni fruto de la casualidad ni de ninguna otra cosa que no sea el esfuerzo de sus ciudadanos, todos, y los mecanismos y políticas integradoras que se han establecido, sobre todo por parte del Ayuntamiento.

De los años 2000 recuerdo las campañas El Ejido Multicolor, las peñas deportivas multirraciales, los eventos y un esfuerzo colectivo y social absolutamente ejemplarizante para revertir unas imágenes que, como siempre, en manos de la prensa amarilla y, por supuesto, de las políticas de izquierda, fueron absolutamente manipuladas, a pesar del gran error que supuso la violencia en la reacción.

El pasado mes de febrero, precisamente, el alcalde de El Ejido, Paco Góngora, un tipo moderado, sensato, que en su día se marchó de un equipo de gobierno porque no estaba de acuerdo con las radicalidades del mismo, que ha sabido lo que es gobernar con Vox y que, a pesar de la pujanza que parecía tener este partido en su pueblo, ahora gobierna con catorce concejales de 25 (el PSOE tiene cinco), ofrecía su segunda rueda de prensa en menos de un año para hablar de lo mismo.

Góngora, repito, un ejemplo de políticas de convivencia en un municipio con 104 nacionalidades perfectamente integradas, alzaba la voz porque, por segunda vez en meses, el Gobierno de España, a espaldas del ayuntamiento que él dirige, abría un hotel en pleno centro del municipio para acoger inmigrantes irregulares, sin ofrecer ningún tipo de explicación ni de detalles sobre el proceso a las autoridades municipales.

Para Góngora, y para mí, lo que está haciendo el Gobierno de España es, entre otras cosas, encender la mecha en mitad del polvorín, puesto que incluso la población inmigrante legal de El Ejido ve con muy malos ojos el alojamiento en hoteles y en ese entorno de los irregulares. Góngora fue, como en su primera rueda de prensa al respecto, claro, duro y directo, exigiendo al Ejecutivo de Pedro I El Falso que cumpla la ley, que proteja las fronteras, que dote a los cuerpos y fuerzas de seguridad de infraestructuras suficientes y de instrucciones claras para evitar la oleada de inmigrantes ilegales, que deje de practicar estos efectos llamada absolutamente suicidas y, sobre todo, que deje de dinamitar, con estas políticas, el trabajo de integración que se ha practicado durante años en El Ejido y en otros muchos lugares.

Al alcalde ejidense no el faltó la, por otro lado, innecesaria aclaración de que él no sólo está absolutamente a favor de la inmigración, como yo; y la de que lugares como El Ejido, el término municipal con más hectáreas de producción hortofrutícola abrigada de Europa, necesitan de una inmigración organizada, reglada, controlada y legalizada. Pero eso se parece a la admisión indiscriminada de todo el que llegue a nuestras fronteras, para darle alojamiento y manutención gratuita en hoteles ubicados en zonas residenciales, lo mismo que la moral y la ética del presidente del gobierno a la de Sócrates.

Las políticas suicidas, huérfanas de cualquier rigor en la gestión y encaminadas siempre al populismo y el beneficio propio son, en el caso del PSOE, algo que no me sorprende en absoluto. Pero lo que me pregunto es, después de casi un mes de esa segunda intervención pública del alcalde de El Ejido, ¿a qué espera el PP para tomar como ejemplo al edil ejidense, al que el PSOE no ha tardado en catalogar como "racista", y adoptar públicamente su discurso, ante esta estrategia suicida del gobierno en cuanto al control de las fronteras y a las cuestiones migratorias? Mucho me temo que el tradicional complejo de la derecha, que en ocasiones le impide expresar lo que piensa a pesar de que lo que piensa tiene mucho que ver con lo que piensan su electorado y la mayoría de los españoles, tenga mucho que ver en que nadie en estos días y en su partido se haya sumado al discurso, lógico y necesario, de Paco Góngora.

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