
El habitual ninguneo que Sánchez aplica al PP (muy merecido por los populares, dicho sea de paso) no esconde el hecho de que el apoyo de Feijóo es trascendental para cumplir el compromiso del Gobierno con Bruselas en materia de Defensa. Y es que, para desgracia de los socialistas y alivio de la gente de bien, la mayoría precaria que sostiene al satrapilla no le da para sacar adelante una modificación sustancial de los Presupuestos Generales del Estado como reclama la UE. España, siempre refractaria a cualquier esfuerzo militar, tiene en estos momentos un presidente que llegó al poder asegurando que había que suprimir el ministerio de Defensa. A partir de ahí solo podemos agradecer al Altísimo el no haber sido invadidos por la parte sur; al menos, de momento.
Lo sensato sería que el Gobierno y el principal partido de la oposición negociaran el aumento del presupuesto de defensa que reclaman nuestros socios europeos, pero la política española bajo el sanchismo no se distingue por la lealtad institucional, sino por las urgencias parlamentarias que Sánchez tiene que capear todas las semanas para seguir durmiendo en La Moncloa.
La ultraizquierda empotrada en el Gobierno de coalición social-comunista no quiere saber nada de aumento del gasto militar, una decisión consecuente con su trayectoria, siempre refractaria a proteger la supervivencia del modo de vida occidental. Los nacionalistas votan según la contraprestación que Sánchez les ofrezca a cambio de su apoyo. Vox, por su parte, no le podrá decir a Sánchez que se meta su propuesta por donde le quepa porque ni siquiera les va a consultar. Así pues, todo depende de lo que decida Feijóo para que Sánchez pueda salvar la cara ante Bruselas y no quedar (otra vez) como un advenedizo incapaz de hacer valer su palabra ante el resto de mandatarios europeos.
Feijóo hará lo que quiera, bueno es él, pero la mejor manera de tratar este asunto es agravar las contradicciones del izquierdismo dándole a Sánchez lo que pide y votar a favor de aumentar el porcentaje del PIB destinado al esfuerzo bélico en la guerra de Ucrania. Además, en este caso el PP estaría haciendo honor a su posición tanto dentro como fuera de España, por lo que nadie podría acusar a Feijóo de utilizar la fuerza de sus votos para chantajear a Sánchez en un momento de gran debilidad. El problema, a partir del momento en que se apruebe el aumento del gasto militar, lo tendrá la izquierda consigo misma, obligada a resolver la angustiosa contradicción de participar en un Gobierno belicista que compra tanques y armas de las que hacen mucha pupa.
Unos y otros tendrán que vender a su electorado que el pacifismo izquierdista consiste en comprar misiles y que lo del No a la Guerra era solo cuando ellos estaban en la oposición. Feijóo solo tiene que votar a favor en el Congreso y sacar las palomitas para asistir al espectáculo fratricida de un Gobierno que, a partir de aquí, acelerará su descomposición.