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La victoria más sutil de Pedro Sánchez

Del respiro que las encuestas le dan a Mazón en Valencia lo peor es que premian, en última instancia, a Pedro Sánchez.

Del respiro que las encuestas le dan a Mazón en Valencia lo peor es que premian, en última instancia, a Pedro Sánchez.
El presidente del PP de la Comunidad Valenciana Carlos Mazón junto al presidente del PP Alberto Núñez Feijóo. | LD/Agencias

Dentro de muchos años, cuando nuestros vastos descendientes habiten otro mundo diferente a este, habrán de preguntarse qué decepción, en nuestro tiempo, engendró a cual: si la de las encuestas o la de las urnas, directamente. Les será difícil descubrirlo, pues ni nosotros mismos lo tenemos claro. Tomemos como base de estudio el 23-J, por ejemplo. Los meses que lo precedieron. Las sentencias rotundas de algunos de los arúspices demoscópicos más prestigiosos del reino. La noche de marras. La no tan gran sorpresa. El fino hilo de incredulidad latente dentro del bloque opositor. Los silenciosos mea culpas. El "no se atreverá: habrá repetición electoral". Y el "somos más": y no la hubo.

Hoy es sencillo suponer que un CIS obscenamente prostituido por Sánchez hizo que muchos nos abalanzáramos desesperados a los pies de otros profetas que prometiesen lo opuesto que Tezanos. Lo cierto es que esa es sólo una parte mínima de la explicación, pues si antes no se hubiesen sucedido cuatro años de administración nefasta, de insultantes "cambios de opinión", de indultos interesados, de comités de expertos inexistentes y de Estados de alarma inconstitucionales; si no hubiese ocurrido la debacle socialista en las elecciones autonómicas, no habría resultado tan convincente un previsible cambio de color en el Gobierno. Hoy sabemos que no lo hubo. Y también que la decepción primera por la falibilidad de las encuestas dejó paso, después de unos segundos de desorientación profunda, a otra decepción más primigenia: la de constatar que nuestra democracia está plagada de ciudadanos dispuestos a votar por quien vacía de sentido la democracia misma.

De todas las audacias perpetradas por Sánchez, la más perjudicial de todas quizá sea esa. Su Manual de resistencia le demostró sobre la marcha hasta qué punto la cuerda del malestar popular puede tensarse sin terminar de romperse nunca. Y lo cierto es que se trata de una estrategia que, por temeraria, es hasta hipnótica. A base de negarse a renunciar descubrió lo soberanamente difícil que es que a uno lo renuncien desde fuera. Como era de esperar, quienes han acabado abrazando esa lección son sus colegas del resto de partidos.

Del respiro que las encuestas le dan a Mazón en Valencia lo peor es que premian, en última instancia, a Pedro Sánchez. Son la constatación definitiva que viene a apuntalar la manera perversa que tiene nuestro presidente de concebir la política. Y esa es la más sutil de sus victorias. Hoy podemos decir que hasta el dirigente más nimio y detestado tiene cristalino que no existe negligencia que le obligue a renunciar al cargo, siempre que delante se le oponga un contrincante lo suficientemente débil. En fin. Lo más triste es constatar que, teniendo en cuenta el nivel de contagio entre partidos, ni siquiera un nuevo error en las encuestas será capaz de revertir una degradación así de intensa.

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