La última comparecencia parlamentaria de Pedro Sánchez dejó al descubierto las incongruencias y mentiras de un presidente del Gobierno cuya política energética se basa en cuatro eslóganes tan inconexos como dañinos. Son los mantras del ecologismo más ramplón y casposo en contra de la energía nuclear y de los beneficios empresariales y a favor de una energía "verde" que altera ecosistemas y destroza paisajes a cambio de una insuficiencia manifiesta y una letal y costosa dependencia de terceros países.
El discurso de Sánchez y sus respuestas en la cámara son los propios de un peligroso incompetente que ni sabe lo que dice ni dice la verdad, de un auténtico irresponsable que paga saqueando a los españoles sus ruinosas apuestas y estrategias, incapaz de pensar por un momento en el interés general y en garantizar los servicios elementales.
España está sumida en un caos que no parece incumbir al Gobierno más allá de las tan altisonantes como mendaces declaraciones de los ministros sobre el apagón o el descontrol del tráfico ferroviario. Sánchez y sus adláteres no sólo se niegan a aceptar sus errores sino que se los imputan a los demás mientras se ríen de los ciudadanos y les niegan la verdad.
Que Sánchez todavía no haya dado una explicación cabal y coherente sobre el apagón del 28 de abril es un escándalo de primera magnitud, uno más que añadir a los numerosos casos de corrupción, a la amnistía, a las cesiones a los separatistas, a la condonación de sus deudas y al desmantelamiento del Estado. Casi dos semanas después del gravísimo incidente, ni hay explicaciones ni dimisiones.
Por no haber no hay ni siquiera un plan que garantice el suministro eléctrico. Eso sí, ya se anuncia una subida del recibo que pagan los españoles por un servicio que no había fallado hasta la decidida apuesta de Sánchez por las renovables, un suicidio energético en un entorno en el que los demás países apuestan por generar electricidad a través del gas, el carbón y las nucleares.
Para Sánchez, el apagón ha sido una oportunidad para dejar de hablar de los casos de su esposa, su hermano, sus colaboradores políticos más cercanos y su fiscal general, un descanso entre reunión y reunión con los separatistas, casi un bálsamo. Han emergido los viejos lemas de la extrema izquierda, el señalamiento a los "ultrarricos" (cómo si él no estuviera promoviendo unos pelotazos fabulosos con paneles y molinos) y las cortinas de humo del fanatismo climático.
Ha quedado claro hacia dónde nos conduce Sánchez, ese paraíso bolivariano en el sur de Europa donde los cortes de suministros sirven para poner de manifiesto el altruismo y el civismo de los ciudadanos, no la feroz incompetencia del Gobierno socialista.