
Los mensajes entre Sánchez y Ábalos publicados por El Mundo demuestran que el cese en el Ministerio de Transportes del número dos del PSOE, en julio de 2021, no fue una medida ejemplar para evitar la corrupción, sino una decisión estratégica de cara a la galería que no afectó en ninguna medida a la estrecha relación personal y política entre ambos.
El intercambio de recados que hemos conocido se produjo tras las elecciones generales de 2023, cuando ya existían sospechas más que razonables de que Ábalos podría haber estado involucrado en actividades delictivas en su etapa al frente del ministerio. "La verdad es que he echado de menos muchas veces trabajar contigo", le dice Sánchez en uno de esos mensajes, porque "siempre he valorado mucho tu criterio político. También tu amistad. Te mando un abrazo". Semejante grado de cercanía recuerda aquél "Sé fuerte, Luis", de Rajoy a Bárcenas, que fue esgrimido por el PSOE como prueba de que la corrupción del PP era un hecho estructural que afectaba de pleno al Gobierno.
Ábalos fue, no por casualidad, el portavoz del PSOE en aquella moción de censura que facilitó la llegada al Gobierno de su jefe. En aquellos momentos, ambos lideraron la ofensiva socialista en pro de una presunta limpieza de la política que ellos, pocos años después, han convertido en un lodazal por los numerosos casos de corrupción que afectan a uno y acorralan al otro.
Los mensajes de texto y el hecho de que hayan sido celosamente guardados hasta ahora dan también sentido al extraño periplo de Ábalos en el seno del PSOE, del que todavía hoy continúa siendo miembro. Porque Sánchez expulsó del Gobierno a su mano derecha sin dar explicaciones para, más tarde, recuperarlo en las listas al Congreso de los Diputados por su circunscripción habitual, Valencia, una decisión escasamente justificable si de lo que se trataba era de evitar que el Gobierno se contaminara con las presuntas andanzas financieras de Ábalos y Koldo García, su colaborador más directo. La cercanía personal y política que se desprende de esos mensajes demuestra que Sánchez nunca quiso dejar caer a José Luis Ábalos y siguió contando con su "valorado criterio político", aún siendo conocedor de las sospechas que pesaban contra él.
La manera con que Sánchez desprecia a los barones de su partido es, tal vez, la parte más jugosa de esos mensajes, porque dan cuenta de la soberbia despótica del personaje, pero también de la actitud genuflexa de los grandes referentes locales del PSOE, que aún hoy siguen rindiéndole pleitesía. Nada que deba escandalizarnos cuando se trata de un partido político que ejerce el poder, cuyos dirigentes no suelen tolerar el menor gesto de disidencia.
En todo caso, parece claro que estamos ante el inicio de una serie de revelaciones que van a socavar, tal vez definitivamente, la estabilidad del Gobierno sanchista, ya de por sí precaria. Ábalos, conocedor de todos los secretos del PSOE de los últimos años como número dos del partido, no está dispuesto a salir de la política de manera gratuita. El afecto mostrado por Sánchez en esas conversaciones no parece que vaya a ser suficiente para detener una bola de revelaciones y escándalos que ya ha echado a rodar.