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Señores de la izquierda, ¿cuáles han sido las reformas de Francisco?

Ese reformismo fue mucho más de palabra, o casi mejor dicho, de interpretación interesada por parte de la izquierda, que de hechos.

Ese reformismo fue mucho más de palabra, o casi mejor dicho, de interpretación interesada por parte de la izquierda, que de hechos.
Francisco I. | Europa Press

Como suele repetir Federico, "¿dónde irá el buey, que no are?". Y eso es lo que le pasa a esta izquierda nuestra, a la izquierda política internacional, a la izquierda española de toda la vida, a la actual izquierda y, por supuesto, a la peor izquierda, que es ésa que han conformado el populismo zafio e infantil del podemismo y sus satélites y el sanchismo trolero que ha cubierto a todo el PSOE como la noche cubre siempre al atardecer.

Da igual de lo que hablemos y es lo mismo el asunto que se ponga sobre la mesa del análisis: siempre encontraremos a un socialista o un comunista que lo utilice, lo manipule, lo tergiverse o le dé la vuelta de la manera más simplona y cada día más zafia para tratar de arrimar el ascua a su sardina.

Repito, es en todo. Y también en cuestiones religiosas. La izquierda española, empeñada en revisar la figura de Franco de lunes a viernes y los fines de semana también, pero olvidadiza acerca de lo que hicieron sus antecesores, socialistas y comunistas, con las mismas siglas que hoy siguen exhibiendo ellos mismos, con las congregaciones religiosas, con los sacerdotes y monjas, con los colegios de educación cristina y con todo lo que pudiera oler a cristianismo, no sólo durante la guerra sino también antes de ella, ahora se nos aparece como un sínodo de exégetas de la actual religión cristiana, el sanedrín de los guardianes de la pureza del papado de Francisco, los encargados de mostrarnos lo que nosotros por nuestra cuenta no somos capaces de percibir, es decir, que el Papa Bergoglio era un gran comunista y reformista, un tipo que le dio la vuelta a la Iglesia como un calcetín.

Sin embargo, uno escarba un poco en los hechos, más allá de las ideas, del Papa Francisco y se da cuenta de que ese reformismo fue mucho más de palabra, o casi mejor dicho, de interpretación interesada por parte de la izquierda, que de hechos. A la Iglesia pre-Franciscana se le demandaba un papel muy diferente para la mujer, un reconocimiento de los amores fuera de la heterosexualidad, el abordamiento de la cuestión del aborto y la eutanasia y, en fin, una larga lista de cuestiones que no sólo se suponía que Bergloglio iba a abordar, sino que, ahora, la izquierda se enorgullece de que haya abordado.

Sin embargo, la realidad es que el aborto sigue estando condenado por la Iglesia, el matrimonio homosexual continúa sin ser reconocido y la mujer sigue sin poder ser ordenada sacerdote, entre otras muchas cuestiones que, una vez que Francisco ha ascendido al Reino de los Cielos, continúan exactamente igual, o con minúsculas variaciones, que antes de su día del Habemus Papam.

Eso sí, los esforzados reinterpretadores de la realidad nos hablan de que Bergoglio configuró el Consejo de Finanzas para controlar los números del Vaticano que, sin embargo, siguen presentando parecidas cifras de endeudamiento; y cambió la mitra por el casquete, prescindió de la muceta, escogió el marfil como color de la sotana y optó por unos humildes zapatos ortopédicos, en un extraordinario alarde de reformismo, vamos, revolucionando la Iglesia con estas profundas medidas.

Terminaré como empecé: con la izquierda, en esto como en todo, también en la reinterpretación de los hechos más palpables y fácilmente comprobables, "¿dónde irá el buey que no are?".

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