
Hasta el presidente del Gobierno ha encontrado un hueco en lo que debería ser su complicada agenda para criticar a Eurovision y pedir una revisión del funcionamiento y las bases del concurso después de lo que ha ocurrido en la edición de este año –en buena parte por culpa de España– con la participación de una televisión y una cantante israelíes.
Varios ministros han seguido a su jefe y han hecho declaraciones muy duras sobre el tema y el equipo de opinión sincronizada a sueldo de Ferraz lleva varios días de aspavientos y drama alrededor de la cuestión. Lo de MoncloaTV, antes conocida como RTVE, ni lo comento.
Hace unos días el propio Pedro Sánchez decía, nada más y nada menos que en el Congreso, que Israel es un "Estado genocida", un argumento que mucho antes han repetido no pocos ministros, primero de los nombrados por pertenecer a Sumar, ahora ya por cualquiera.
Habrá quien piense que todo esto refleja una sincera preocupación de nuestro gobierno por el pueblo palestino, permítanme dudarlo: si fuese así llevarían años criticando a aquellos que durante décadas han masacrado a los gazatíes, los han mantenido en la pobreza, los han asesinado por ser homosexuales y, por supuesto, han tratado a las mujeres peor que a los camellos, es decir, los criminales islamistas de Hamás.
Del mismo modo, toda esa preocupación por los derechos humanos y los niños parecería más sincera si no se limitase al único conflicto del mundo en el que tiene, para su desgracia, un papel protagonista el único estado de mayoría judía del mundo: ahí están auténticas tragedias humanitarias como las guerras civiles en Sudán y Yemen o lo que les están haciendo a los rohinyás en Myanmar, temas de los que no han oído ustedes decir ni mú a nadie del PSOE, Sumar o Podemos. Ni les oirán, me permito apostar sin mucho temor a equivocarme.
Descartada, por tanto, esa preocupación humanitaria que no se cree ni el que asó la manteca, la pregunta que muchos se harán es si realmente el Gobierno es tan antisemita como parece o si, por el contrario, sólo usan esa cuestión de forma circunstancial, porque les conviene y con ello logran que la discusión pública no esté en tema que les perjudican mucho más, básicamente la inmensa corrupción que anega al Ejecutivo hasta, o desde, lo más alto.
La respuesta es más sencilla de lo que parece: las dos cosas. Sí, el Gobierno es antisemita a más no poder y sí, además usa la cuestión como una cortina de humo, por desgracia bastante eficaz, para tapar sus problemas.
Y es que históricamente no ha habido ningún caso en el que el antisemitismo no haya servido para tapar problemas políticos o desviar la atención, los judíos han sido, de nuevo muy a su pesar, los grandes chivos expiatorios de la historia.
Por otra parte: ¿hay algo más antisemita que lanzar una campaña contra Israel y los judíos porque te interesa políticamente? Porque puede parecer que se trata de alaracas sin importancia ni consecuencias, pero la historia nos enseña que una vez puesta en marcha la maquinaria del odio es muy difícil de parar y tiene consecuencias imprevisibles.
Como bien me contaba la semana pasada el rabino Menachen Margolin, presidente de la EJA que es la mayor asociación judía de Europa, "cuando se hace eco de la narrativa de una organización terrorista como Hamás y culpa a Israel y esparce mentiras sobre Israel, incrementa el odio a los judíos de su propio país" y lo que se consigue es que sea "mucho más dura la vida de los judíos en España".
Voy a terminar este artículo con una última pero muy pertinente aclaración: no se puede ser antisionista sin ser antisemita. El antisionismo, estar en contra del único país del mundo que se define a sí mismo como judío y en el que los judíos no son una minoría, es antisemitismo. No lo digo yo: lo dice la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés) que algo saben del tema y que, en su definición de lo que es antisemitismo recoge explícitamente "denegar a los judíos su derecho a la autodeterminación, por ejemplo, alegando que la existencia de un Estado de Israel es un empeño racista".
Vamos, que sí, que son antisemitas, antisemitas de manual.


