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Guerra civil, verdad y relato

Si todo se reduce a progres y ultraderechas, Pedro Sánchez no será juzgado por su obra de gobierno, sino por la maldad intrínseca de sus enemigos prefabricados.

Si todo se reduce a progres y ultraderechas, Pedro Sánchez no será juzgado por su obra de gobierno, sino por la maldad intrínseca de sus enemigos prefabricados.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, en el 41 Congreso Federal del PSOE en Sevilla. EFE/ Julio Muñoz | LD/Agencias

Recreaba hace unos días Felipe González en El Hormiguero una sentencia de hace 2500 años del dramaturgo griego, Esquilo: "La primera víctima de un conflicto es la verdad, porque la verdad está substituida por la propaganda".

Casi sin darnos cuenta hemos vuelto a la Guerra Civil. La polarización ideológica de los años treinta al dividirse España en dos bandos irreconciliables, llevó a nuestros abuelos a odiarse primero y a matarse después. Puede que entonces las ideologías totalitarias de nuevo cuño (comunistas y fascistas), les sorprendieran inadvertidos; pero hoy, cien años después, estamos empeñados en volvernos a enterrar en dos trincheras irreconciliables, sabiéndolo. Esta vez, como un recurso político: polarizar para reducir al odio las opciones políticas en liza, vendar la mente libre de los ciudadanos, envenenarlos de partidismo y convertirlos en energúmenos sin criterio.

En esta ocasión no es fruto de la fatalidad de la historia, sino de la maldad de un ser sinuoso, Rodríguez Zapatero: "Nos conviene que haya tensión", dijo a propósito de las elecciones de 2008 que temía perder. Había que polarizar, desenterrar la Guerra Civil. De hecho, ya la había amasado con la "Ley de memoria histórica". De aquellos polvos, estos lodos de Pedro Sánchez.

Ayer, cuando Felipe González nos recordaba con ironía maliciosa las perversiones de un gobierno entregado a la polarización gerracivilista sin nombrar ni una sola vez a Pedro Sánchez, no pude obviar el oportunismo de su propuesta: "Por favor, hagan una tregua de dos meses sin insultos", pidió en varias ocasiones. No, Sr. González, no haga una frase para la galería, usted mejor que nadie sabe que su partido (o lo que queda de él) está pervirtiendo las reglas democráticas, a sabiendas. Ya no es un recurso circunstancial, ni una manera de esquivar la corrupción que lo corroe, sino una estrategia de poder para acabar con las reglas democráticas que garantizan un mapa de hechos objetivos y un código de señales diáfano para que el ciudadano pueda elegir la mejor opción con objetividad y libertad. Sin ese código de señales basado en hechos contrastados no hay democracia, sólo manipulación.

Pedro Sánchez está empeñado en crear una realidad paralela a la realidad objetiva basada en hechos, para substituirla por RELATOS. O sea, ficciones paralelas e interesadas que secuestren al electorado. Y una de las apuestas primeras para lograr la substitución es la polarización. Si todo se reduce a progres y ultraderechas, esa bipolarización anula cualquier matiz de la realidad, elimina la paleta de colores para substituirlos por el negro y el blanco. Llegados a ese punto, se anulan los matices y se potencia la rivalidad maniquea. Y desde ese momento, hay licencia para mentir. Con cuanta más convicción, mayor eficacia. No importa que los jueces te procesen, o que la crítica legítima de la oposición te retrate en el Congreso; con devolver las acusaciones con descaro y convicción, es suficiente. Ahora todo depende de la capacidad que tiene ese gobierno impostor para substituir la realidad por sus relatos. Algún ejemplo: los sondeos del CIS de Tezanos. ¿Qué más da que den asco? Lo importante es que se persista en el engaño sin desfallecer. ¿Qué más da que el Fiscal General del Estado, García Ortiz, no sé de por aludido? Lo importante es que el aparato del Gobierno se indigne contra las acusaciones de la oposición con toneladas de victimismo. ¿Qué más da que al Presidente del TC, Cándido Conde-Pumpido, le importe un pimiento la opinión de los Tribunales Europeos sobre la legalidad de la amnistía? Lo importante es legitimar la amnistía. ¿Qué más da que haya o no presupuestos? Lo importante es tener un relato paralelo que suplante el buen uso de las instituciones democráticas. Y así todo.

Traspasado el umbral de la vergüenza social y política, un escándalo sustituye al siguiente con monotonía. Hasta que la ciudadanía elija bando en lugar de contrastar hechos y legalidades. Llegados a ese punto, lo único que importa es dar consistencia a los propios relatos. Y a fe del mismísimo diablo que Pedro Sánchez y su ejército de mercenarios están empeñados en lograr una mayoría mediática capaz de imponer su realidad paralela.

Estamos en esa deriva. Esa es nuestra guerra civil presente. Sin rifles de asaltos ni carros de combates, sino con odios cainitas que impidan a los ciudadanos corrientes tener criterio para sancionar una acción del gobierno por sus obras. Si todo se reduce a progres y ultraderechas, Pedro Sánchez no será juzgado por su obra de gobierno, sino por la maldad intrínseca de sus enemigos prefabricados.

A esto se le puede seguir llamando democracia. Al fin y al cabo, democracia orgánica se llamó al régimen de Franco. Pero ya no es democracia cuando un gobierno en pleno, en vez de someterse a las preguntas de la oposición en el Congreso de los Diputados, se las devuelve infectadas de insultos y relatos antidemocráticos.

No se lleven la impresión de que Felipe González fue condescendiente con Pedro Sánchez, muy al contrario, le dejó desnudo ante la audiencia. Hasta el punto de que Pablo Motos, rompiendo las reglas del periodismo más neutral, se permitió cerrar el programa con estas palabras sentidas: "Ojalá que hubiera media docena como tú".

CODA: Reparen en el impostor cada vez que les va a mentir: con carita compungida, ojos de cordero degollado y mirada de abuelita desamparada nos lloriquea suplicando comprensión. Vamos, como si no hubiera roto un plato. Aún recuerdo aquel galgo de Paiporta tambaleándose como un ser desvalido en busca de compasión. Contrasta cuando a carcajada limpia se chotea del líder de la oposición. ¡Qué dos grandes impostores en una sola persona! Es capaz de transformarse al segundo en función de si le contesta a Bildu, Nogueras o Rufián, o lo hace a Feijóo o a Santiago Abascal. Con los primeros, sumiso, agresivo con los segundos. Habría de reparar en las palabras que ayer le dedicó Felipe González cuando abordó el problema de la vivienda lamentándose de que no se pongan de acuerdo los dos grandes partidos nacionales: "¿O es que nos la va arreglar Bildu o Puigdemont? ¿Qué interés pueden tener Bildu o Puigdemont en que a España le vaya bien..?".

Creo que ha llegado la hora de los profesionales de la semiótica, del psicoanálisis, y de especialistas en manipulación social. Estamos ante alguien peligroso, cuya toxicidad envenena todo lo que toca y a todo quien le rodea. Como si sacara lo peor de cada cual.

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