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El hermanísimo y los 16 minutos

Cuentan que el hombre no quiere ser diputado para aforarse, sino para combatir mejor al lobo feroz. Fuera capas y capas de patrañas. Es lo que parece.

Cuentan que el hombre no quiere ser diputado para aforarse, sino para combatir mejor al lobo feroz. Fuera capas y capas de patrañas. Es lo que parece.
David Sánchez | Libertad Digital

El caso de David Sánchez Pérez-Castejón va dando razón a los agnósticos, que somos los que pensamos que las cosas son lo que parecen. Frente a nosotros, los que creen que "nada es lo que parece", idea ésta que, según la IA, que brinda su ayuda sin que nadie se la pida, invita a la reflexión y a no dejarse llevar por las apariencias. Pero la reflexión la hace siempre el que está inclinado a hacerla, y muchas veces consiste en quitar capas y dejar al descubierto la explicación más simple. Es, aproximadamente, lo que hace la navaja de Ockham, esa que el hermano de David y presidente en ejercicio mezcla o confunde, en uno de los whatsapp publicados, con la de Hitchens. Vaya empanada. Hay que hacer notar que en esta gente las empanadas se dan mucho en la teoría, mientras que saben latín en la práctica. Saben lo que quieren y cómo conseguirlo, especialmente cuando hay que hacerlo fuera de la ley o de los reglamentos.

La jueza manda al hermano del presidente y a otros a juicio porque tiene indicios claros de que la contratación del primero por la Diputación de Badajoz era lo que parecía: un puesto creado para él y asignado a dedo. No pudieron dejarlo más claro los directores de conservatorio cuando en el asunto de un correo electrónico previo a que se conocieran los candidatos al puesto pusieron: "El hermanísimo". Estaba cantado, nunca mejor dicho. Podría haberse dado la circunstancia de que una vez hecha la trampa, el favorecido siguiera las reglas y cumpliera sus obligaciones, pero tampoco fue así. Indicios hay también de que en lugar de adaptarse el hermanísimo al puesto, fue el puesto el que se adaptó, muy flexiblemente, al hermanísimo.

Frente a la acumulación de indicios, la historia que contó David Sánchez de que se enteró del puesto buscando por internet mientras tomaba un café o algo parecido una bella mañana es una trola como un piano, que no tendrá relevancia penal, pero muestra un carácter. Carácter, costumbre o rasgo compartido, porque el hermano que se sienta en La Moncloa, por lo que se le ha visto estos años, tampoco es manco a la hora de inventar patrañas. Ciertamente, la presunción de inocencia ampara al hermano, igual que al resto de acusados, y aunque todo sea como parece que es, hay que demostrarlo. Pero el paso a juicio, con acusación firme, por un chanchullo que se armó para hacerle un favor al que hoy es presidente del Gobierno, conlleva una responsabilidad política que Sánchez debe asumir.

No la asumirá. Al contrario. La versión oficial dice y dirá que este proceso al hermano, igual que la investigación a la esposa, son lawfare y que los jueces que llevan estos casos están motivados políticamente. Se activan los de "nada es lo que parece" para que parezca lo que ellos quieren. Y se destacan hechos supuestamente raros, como que la jueza dictara el auto de apertura del juicio sólo 16 minutos después de haber rechazado los recursos presentados por cuatro acusados. Raro, raro, ya lo tenía preparado, ¿se lo habían escrito los ultras? La sospecha, para ser precisos, la sembraba El País. Pero más rarita es la coincidencia de que el acusado Gallardo, presidente de la Diputación de Badajoz y secretario general del PSOE extremeño, se metiera en el parlamento regional para ser aforado poco antes de que cayera el auto. Tuvo que dimitir una diputada y hubieron de renunciar otras cuatro para hacerle sitio. Casi . Pero cuentan que el hombre no quiere ser diputado para aforarse, sino para combatir mejor al lobo feroz. Fuera capas y capas de patrañas. Es lo que parece.

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