
No hay ni un solo asunto, ni un solo segmento del pensamiento, ni un solo episodio o ámbito en el que no encontremos a alguien de la izquierda dándole la vuelta, manipulando, tergiversando, trocando, engañando, timando al respetable, para tratar de llevar el agua a su molino. Diría que es algo cercano a la enfermedad, a la patología.
Da igual de lo que hablemos: si hablamos de feminismo, los más feministas son los que se gastan nuestros impuestos en sus sobrinas y hacen del Don Ángelo, El Sombras o de las habitaciones dobles del Parador de Teruel su oficina de gestión o los que cierran la puerta, echan el pestillo y bajan la bragueta sin permiso; si hablamos de libertades, mandar a Los Pirrakas a reventar un mitin electoral o darle un viaje aéreo al micrófono de un periodista constituyen su percepción de lo que es la libertad de expresión; si nos fijamos en la economía, una inflación acumulada récord en los últimos seis años es una noticia para celebrar de manera internacional; y si hablamos de corrupción, resulta que poner de manifiesto que estamos ante el primer gobierno de la historia que tiene imputados a la mujer, el hermano, el fiscal general, el hombre fuerte del partido y el subdelegado en Madrid es ser un fascista que sólo utiliza artimañas y zonas del ámbito personal para atacar al ejecutivo, para protagonizar una "cacería", no como cuando ellos hablan de Ayuso o lo hacían antes de Rita Barberá, Paco Camps, Mariano Rajoy o el dimitido presidente murciano, Pedro Antonio Sánchez, que siempre han sido de un respetuoso que te rilas.
Y como están en esa vorágine desde que nacieron como partido, esa vorágine que no les permite admitir absolutamente nada y que les lleva a tapar una gruesa con otra que lo sea bastante más, terminan pronunciando frases que bien podrían pasar al libro de oro de la República de los Tonntos de nuestros queridos Santi González y Federico.
La pasada semana, el delegado del gobierno social-comunista en Andalucía, Pedro Fernández, visitaba las obras de la línea de Alta Velocidad entre Murcia y Almería. Unos días antes, en esRadio Almería, habíamos desvelado que el último contrato diligenciado en dicho proyecto, el de "suministro y transporte" de las traviesas de la línea férrea, había sido publicado con un plazo de ejecución de 36 meses, es decir, que si las mencionadas traviesas se empezaran a colocar hoy, la empresa adjudicataria tendría de plazo hasta mayo de 2028 para hacerlo.
Dicho plazo sería imposible, puesto que a la obra todavía le queda mucho, años, para estar terminada y, por tanto, posibilitar el tendido de vías, la instalación de catenarias y esas preceptivas pruebas que suelen irse aproximadamente a un año. Pero, aunque fuera así, el plazo de 2028 sería, es, un golpe en la línea de flotación de ese horizonte de 2026 en el que siguen insistiendo los socialistas, aunque ya en ocasiones se les escape hablar de 2027.
Ambos plazos ya fueron desmontados por nuestra emisora en Almería hace más o menos un año, cuando hicimos público que el plazo para el soterramiento de las vías a su paso por Lorca tenía como fecha de finalización diciembre de 2026, a lo cual hay que añadir el antes mencionado año para instalaciones y pruebas; es decir, nunca antes de diciembre de 2027 y, por tanto, 2028.
Al señor delegado, la reportera de esRadio presente le preguntó, en una rueda de prensa entregada a la alabanza, el festejo de la nada, la sobada de lomo y el rodillerismo periodístico previamente regado y abonado, si estas dos circunstancias, la de Lorca y la de las traviesas, no hacen recomendable empezar a abandonar el empecinamiento discursivo en los años 2026 y 2027, como fechas para la llegada del AVE a Almería y empezar a admitir que estamos mucho más cerca de 2030 que de otra cosa.
La respuesta de don Pedro fue tan estupefaciente como esencialmente socialista. Según sus palabras, los plazos que se están dando se van a cumplir y el hecho de que se adjudique un contrato con plazo de 36 meses es simplemente algo "orientativo", un "colchón temporal" dijo él, que no debe haber cambiado nunca el cuarto de baño de su casa; vamos, que no debe saber que, en las obras, cumplir los plazos ya es un éxito.
En todo caso, no he podido evitar que la definición de colchón me recuerde a la metáfora (o no) con que el hermano del presidente del gobierno, David el Chirimollas, ahora ya procesado, describió la oficina en la que debería haber trabajado pero que nunca encontró. Don David dijo de ella que "no es un lugar físico, es un paraguas".
Sinceramente, querido lector: si para usted un plazo de ejecución de 36 meses son 36 meses de trabajo y no "un colchón" y una oficina cultural es una oficina cultural y no "un paraguas", entonces es que, seguramente, usted no sea socialista. Quizás ha de empezar a hacérselo mirar.
