
Los profesores solemos rascarnos el bolsillo para ayudar a nuestros alumnos más necesitados. En una ocasión, juntamos dinero para comprar bocadillos a estudiantes que pasaban hambre. También puse de mi sueldo para unas gafas nuevas a una niña cuya familia no podía permitírselas. Esta es la España real tras la mentira sanchista de que España va bien. Por eso, cuando Sánchez anunció una ayuda de cien euros para gafas a menores, pensé: "algo es algo". Porque esa ayuda, aunque menor, es un ejemplo de justicia social de verdad, de la que cualquier gobierno decente, socialista o liberal, debería presumir.
Pero no nos engañemos, esta medida del Gobierno de Sánchez es un caramelo envenenado envuelto en papel de propaganda. Es la esencia del socialismo del PSOE: un pozo sin fondo de ineficiencia, corrupción descarada y chantaje electoral que pisotea la verdadera justicia social. Mientras el liberalismo defiende que la ayuda debe ser eficiente y no una herramienta para comprar voluntades, el sanchismo convierte la solidaridad en un festival de favores para perpetuarse en el poder. ¿Cien euros para gafas? Una cortina de humo para tapar, por ejemplo, el abandono criminal de quienes realmente se ahogan, como los pacientes con esclerosis lateral amiotrófica (ELA).
La ELA, una enfermedad que condena a miles de españoles a una muerte lenta y agónica, requiere cien mil euros anuales por paciente para una atención mínimamente digna. Pero para el PSOE, esos enfermos no son rentables: son pocos, no votan en masa, no llenan mítines, no ondean banderas con el puño y la rosa, ni siquiera pueden cantar la Internacional puño en alto. A la gordinflona legión de los socialistas amamantados con el dinero público, la paralítica legión de los enfermos de ELA les preocupa entre cero y nada. Así que Sánchez los deja tirados, mientras despilfarra cientos de millones de euros al año en su infame "Bono Cultural Joven", un soborno descarado para comprar el voto de los chavales que apenas saben en qué urna meter la papeleta. En 2023, solo el 35% de los beneficiarios, seguramente los más ricos, pidieron el bono, ¿dónde creen que lo gastaron, en el Teatro Real y las obras completas de Proust o en Netflix y videojuegos sobre zombis y un fontanero saltarín con bigote? ¿Eso es promoción de cultura? No, es una broma sanchista: un cheque en blanco para que los jóvenes asocien al PSOE con dinero fácil, mientras que la auténtica cultura sigue machacada por leyes educativas diseñadas por pedagogos al borde del analfabetismo funcional y la industria cultural se convierte, del cine al teatro, en una sucursal sanchista de adoctrinadores.
No solo tienen a los jóvenes bailando al ritmo reguetonero del Bad Bunny de Moncloa. Mientras los enfermos de ELA se asfixian sin ventiladores ni cuidadores, el sanchismo engorda a su camarilla. Ahí está Irene Lozano, la amiguita "escritora" de Sánchez, que cobró 100.000 euros al año en Casa Árabe, una institución con una gestión cuestionada por despilfarro a mayor gloria de los parásitos de Moncloa, mientras se jactaba de emborronar los panfletos de Sánchez como Manual de Resistencia. O Beatriz Corredor, otra enchufada del PSOE, que se embolsa 500.000 euros anuales como presidenta de Red Eléctrica por calentar un sillón y dejar sin electricidad a toda España, dañando en especial a los más vulnerables. Y no olvidemos los doce millones de euros al año que Sánchez gasta en un ejército de traductores para que Puigdemont y Otegi hagan su numerito identitario en el Congreso, hablando en catalán o euskera aunque entienden el español mejor que María Jesús Montero y Ábalos. ¿Justicia social? No, un saqueo a los contribuyentes para financiar el circo del sanchismo, donde el que no es payaso es tragasables.
Mientras el PSOE presume de su Ley de Eutanasia, enarbolando su "cultura de la muerte", los pacientes con ELA esperan los míseros diez millones de euros prometidos para 2025 por la Ley ELA, cuando harían falta doscientos millones para darles una vida digna. ¿La prioridad de Sánchez? Que mueran rápido, "dignamente", ley de eutanasia mediante, para no gastar en quienes no le llenan las urnas. Es una obscenidad: el PSOE prefiere financiar su maquinaria clientelar que salvar vidas. Esos doscientos millones del "bono cultural" (o mejor dicho, "bono electoral" o "soborno socialista"), los sueldos de Lozano y Corredor, los traductores de los separatistas y el resto del "chocolate del loro" sanchista deberían ir a quienes de verdad lo necesitan: los niños sin gafas, los enfermos de ELA, las familias que no llegan a fin de mes. Pero no, Sánchez prefiere el boato, la megalomanía y el voto fácil.
Y todo esto, ¿cómo lo aprueba? A golpe de decreto ley, como un dictador de pacotilla que huye del debate parlamentario y se niega a presentar Presupuestos Generales. Los presupuestos obligan a rendir cuentas, a justificar cada euro, y Sánchez no quiere que le pidan explicaciones por su despilfarro. Gobernar por decreto es la marca de un régimen autocrático que esquiva la democracia para seguir comprando votos con migajas. La justicia social no es esto: no es un puñado de medidas populistas para generar titulares. Es en el paradigma liberal un compromiso serio, equitativo y sostenible que no deje tirados a los más vulnerables, como los enfermos de ELA, que claman por ayuda mientras el sanchismo les da la espalda para seguir engordando su secta electoral.
