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Fernando, la suerte y la sonrisa

Fernando Lázaro era persona, padre, amigo y normal... Esas cosas que parecen no importar en este mundo rápido y superficial que no sabe reposar una conversación.

Fernando Lázaro era persona, padre, amigo y normal... Esas cosas que parecen no importar en este mundo rápido y superficial que no sabe reposar una conversación.
Libertad Digital

Cuando se lleva un cáncer a cuestas desde el siglo pasado las ideas se ordenan de otra forma en la cabeza. Nadie se prepara para irse, pero si te acompaña tanto tiempo el aviso de que lo que empieza tiene fin, el carácter se amolda y la fuerza crece. Fernando iba colgado de una sonrisa que le modificó el gesto. Hasta enfadado se le iba la comisura hacia el cielo y se le achinaban los ojos hasta casi desaparecer.

Era de mi quinta, pero ya le leía como maestro en los tiempos –más lentos y digeribles– de las noticias "de alcance". Guardo recortes de los GAL, de Luis Roldán y de la ETA que mataba y perseguía a periodistas como él y que ahora lleva escolta porque sostiene al Gobierno. O cuando los que tenían que derrotar a la banda, la avisaron de que iban a por ella en el Bar Faisán. Y los Pujol y las maletas de Delcy que aún están en consigna sin abrir. El Mundo ha recordado sus portadas desde 1990… Periodismo sin adornos.

Pero Fernando Lázaro era persona, padre, amigo y normal... Esas cosas que parecen no importar en este mundo rápido y superficial que no sabe reposar una conversación, una comida para comer y hablar, no para tramar o negociar, o una confesión personal sin trascendencia profesional.

El miedo que todos tenemos a la vil y última enfermedad se evaporaba ante él. ¿Un cáncer? Póngame dos. El alcoyano era flojo, pesimista y cenizo al lado de Fernando, riojano de cepa leñosa que siempre mostró su mejor cara a los amigos. No habrá psicólogo capaz de igualar el bofetón balsámico que podía ofrecerte un tipo que restaba importancia a un cáncer "secundario" que había aparecido de pronto pero que no tenía que ver con el otro que llevaba embridando décadas. Suerte. Veía la suerte donde cualquiera de nosotros temblaría de terror.

Apreciar lo importante de cada día, de cada minuto, es la mejor lección que hace mucho tiempo nos regaló, al menos a mí, Fernando Lázaro, periodista de raza sin dejar de ser persona de bandera. Sin dejar de sonreír y sentirse afortunado. Al menos ese es el Fernando que yo conocí.

Menudo añito este de nuestro 25 aniversario. A ver si entre Fernando y Pili nos van recomendando para que dentro muchos, muchos, pero muchos años lleguemos a donde haya que llegar sin tener que arrepentirnos de casi nada, dejando buen recuerdo y pocas deudas.

Descanse en Paz.

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