
Sánchez ha dicho varias veces estos días que no se va, una afirmación que, tratándose de él, sería la garantía de que está a punto de coger la puerta. Pero esta va a ser la única vez que diga la verdad. No por virtud sobrevenida, sino porque su única razón para estar en política es mantenerse en el poder. Fuera de él se convertiría definitivamente en lo que realmente es, un desgarramantas sin escrúpulos con muchas posibilidades de acabar en el banquillo de los acusados.
Está bien que no convoque elecciones y siga en La Moncloa, mientras los informes judiciales acreditan que el PSOE es una organización criminal dirigida por una colla de horteras con la mano muy larga, en el más amplio sentido de la expresión.
La corrupción que se adivina en el seno de sanchismo es apabullante, porque nunca el círculo más íntimo de un presidente robó tanto y con tanta desfachatez. Una situación así no puede saldarse con unas elecciones anticipadas. Es necesario que la degradación del socialismo sea tan profunda, que la sola mención de las siglas del Partido Socialista Obrero Español provoque una reacción psicosomática en el elector medio español.
Sánchez justifica su rechazo a un adelanto de las elecciones por la certeza de que la derecha las ganaría de calle. No es una leyenda urbana, ni una proyección voluntariosa del equipo de Núñez Feijóo. Lo dijo él en su comparecencia en la sede del PSOE; varias veces, además, para que no quedara duda de cuál es su previsión electoral. Siendo esto así, él mismo se presentó como un okupa del Gobierno que, de dar voz al pueblo soberano, cambiaría de manos, algo que la izquierda, que él dirige con mano sabia, no puede tolerar. Viva la democracia socialista, viva la libertad para robar.
El miedo a la derecha no ha rendido grandes beneficios a los socialistas cuando han acudido a unas elecciones generales con ese tipo de campañas. Solo hay que recordar el enorme trompazo del PSOE en el 2000 con aquel anuncio del dóberman, pero está bien que Sánchez recupere las viejas estrategias de su partido, porque cuanto más se hunda el PSOE, mucho mejor para los españoles, una ley de hierro de la política que se ha cumplido a lo largo de la historia con machacona insistencia.
Al final, Sánchez caerá y solo habrá que lamentar que lo haga demasiado pronto. El hundimiento ha de ser total y eso requiere algún tiempo, aunque Ábalos, Koldo y Cerdán estén acelerando el temporizador de la detonación. La derecha simplemente tiene que dejar a los socialistas cocerse en el magma de la corrupción, aunque conociendo el carácter cainita de los dos partidos de ese bloque, igual es mucho esperar.
