
El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, es un auténtico apestado en la escena occidental. Se le considera un político sin palabra, sin principios y nada de fiar. Las secuencias de la cumbre de la OTAN en La Haya no dejan lugar a dudas. Sánchez es tóxico, sus homólogos europeos mantienen una distancia de seguridad y no se atreven a tocarlo ni con un palo. Sólo Erdogan le ha dado un poco de palique. Tal vez Zapatero, con quien firmó una nefasta "alianza de civilizaciones", haya convencido al mandatario turco para que rompiese el cordón sanitario.
Las imágenes no dejan lugar a dudas. Sánchez ya está amortizado. No hay un solo dirigente europeo que se deje ver en compañía de un hombre señalado por la corrupción, cuyos dos últimos secretarios de organización del PSOE se han revelado como dos pedazos de corruptos, cuya esposa ha sido imputada, igual que su hermano y su fiscal general.
La corrupción sanchista no es una carpeta de la política "doméstica". Europa, con todos sus defectos e imperfecciones, es bastante menos tolerante con los corruptos que los electores socialistas españoles. Sánchez es un auténtico cadáver político, una especie de Bruce Willis en "El sexto sentido" que deambula desorientado sin que nadie se preste a mantener un mínimo contacto visual. Si no fuera por todas sus mentiras y por su infinita soberbia, cabría apiadarse de Sánchez. Ningún presidente de Gobierno español ha sufrido mayor humillación. Ni en la UE, ni en la OTAN ni en la ONU. Nunca.
Hablando de España, la prensa europea está llena de putas, pornochachas y chorizos. Es un festival de corrupción y vicio en todas sus variantes con Pedro Sánchez como facilitador, nexo conector y perejil de todas las salsas. Si alguna vez tuvo una reputación positiva se ignora. Sánchez encarna la corrupción, el trilerismo y la mentira. Y pretende tapar los escándalos engañando a todo el mundo, firmando en nombre del Gobierno que aumentará el gasto militar hasta el 5%, tal como exige la OTAN, para luego afirmar que bastará el 2,1% para asumir los retos marcados por la Alianza y que ese porcentaje no lo ha decidido él sino el Ejército y el ministerio de Defensa. Ya no sabe ni lo que dice.
Lejos de lograr que su aparente enfrentamiento con Trump esconda la corrupción eso no hace más que agravar la gangrena. Da igual. Sánchez se fuma un puro. Ahora mismo su mandado en el Tribunal Constitucional, Golpe Pumpido, amaña la amnistía para los golpistas, lo que es mucho más grave que las chicas de Ábalos y los pelotazos de Cerdán. Y ahí sigue, sin ningún pudor. No es normal.


