
Dejó dijo George Orwell que "la libertad es el derecho de decirle a la gente lo que no quiere oír". Como esta frase, se han escrito muchas otras sobre la libertad, un concepto a menudo impreciso, como decía Lincoln, a menudo manipulado, casi siempre amoldado al interés de cada uno.
El viernes día 20, en el Teatro Príncipe Pío, asistimos a lo que cada mañana definimos en nuestra emisora local como "una explosión de euforia y libertad", me permitirá Nil Moliner que tome prestada la expresión de su famoso tema. Libertad Digital, el primer periódico digital de este país, pero sobre todo el más libre e independiente, cumplía y celebraba 20 años de existencia. Y lo hacía con un acto preñado de emoción, de rebeldía, de libertad y de pasión, que son conceptos que, a su vez, nos apasionan a quienes compartimos esta idea.
La libertad es una forma de vida y, seguramente, es lo que queda después de que alguien se dé cuenta, perdón por la simpleza, de que no pasa nada, de que no pasaba nada. Porque, seguramente, el peor enemigo de la libertad es la comodidad, la zona de confort.
Si la comodidad se impone en la batalla, la libertad queda encerrada en el congelador… y viceversa. Siempre hay oportunidad para conformarse, para tragarse lo que nos ponen por delante. Y es más cómodo; en muchas ocasiones, más rentable y, desde luego, más seguro. La libertad es inseguridad por sí misma, es incertidumbre y, por supuesto y sobre todo, es enfrentamiento. La libertad sienta muy mal a quienes pretenden dominarlo, dominarte.
Sin libertad, jamás habríamos tenido a Nacho Cano y sus benditos estallidos de libertad, contra el que se quisiera poner enfrente. Sin libertad, Rusia habría ocupado fácilmente los territorios ucranianos que ansiaba. Sin libertad, el mundo se habría perdido las creaciones de Iñaki Arteta en defensa de las víctimas del terrorismo etarra y del blanqueamiento social-comunista del mismo; sin libertad y sin María Corina Machado, los tiranos no tendrían oposición en Venezuela y seguirían imponiendo su dictadura por los siglos de los siglos; sin libertad, usted, querido lector, no tendría delante este periódico que en su día pusieron en marcha, en un pisito de la calle Conde de Aranda, Federico Jiménez Losantos y un grupo de inconformistas y amantes de la libertad.
Todos ellos fueron premiados ese viernes, en un acto emotivo y de ésos que recargan el alma, que provocan que los presentes salgan a la calle dispuestos a no dejar que se pisen sus libertades. Escuchamos allí a Pedro Alejandro Urruchurtu, indispensable colaborador de María Corina Machado, que nos recordó aquello que dijo Ayn Rand, de que "se puede ignorar la realidad, pero no las consecuencias de ignorar la realidad". Y cuando renunciamos a algún pedazo de nuestra libertad, ignoramos las consecuencias de tal cesión.
Los periodistas libres, que tampoco abundan tanto, sabemos muy bien a lo que renunciamos cuando mantenemos con firmeza esa apuesta por la libertad. En Almería, en esRadio estamos acostumbrados a que dirigentes socialistas no respondan a nuestras preguntas, porque no les gustan. Sería más cómodo no hacerlas, pero renunciaríamos a eso que nos mueve. Yo personalmente llevo tres años sin poder acceder al Estadio de los Juegos Mediterráneos donde juega la UD Almería, porque a su CEO, Mohamed El Assy, le molestan las informaciones que publico y he publicado. Habría sido mucho más cómodo no hacerlo, callar, pero ello jamás es comparable a la felicidad y la satisfacción de ejercer mi profesión con libertad.
La libertad, dijo Harry Emerson Fosdick, es siempre peligrosa, pero es lo más seguro que tenemos. Estoy muy de acuerdo. De acuerdo y satisfecho de poder protagonizar cada día en las ondas y cada semana en este canal, una pequeña y humildísima explosión de euforia y libertad.
