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Si Sánchez fuese Núñez

Eso sí, muy a su pesar, Noelia Núñez y su dimisión exprés han marcado un nuevo estándar de exigencia ética en la política española.

Eso sí, muy a su pesar, Noelia Núñez y su dimisión exprés han marcado un nuevo estándar de exigencia ética en la política española.
Noelia Núñez, en una imagen de archivo. | David Alonso Rincón

Aquellos que me lean con cierta asiduidad –sí, hay gente para todo– o que me hayan escuchado en alguna tertulia de esRadio sabrán que he defendido en bastantes ocasiones que la derecha tiene la obligación de combatir a la izquierda sin imitar todo lo malo que esta tiene, que no basta con ganar: hay que ser mejores en todos los sentidos, entre otras razones porque esa es la única forma de ganar, pero incluso aunque eso, a corto plazo, suponga la derrota.

La dimisión de Noelia Núñez es un buen ejemplo de esto. En menos de 24 horas hemos pasado de una reacción inicial bastante lamentable – "es una equivocación" y "nunca he tenido intención de engañar a nadie"– a asumir la responsabilidad de la cagada como debe asumirse: dimitiendo.

Es algo que debería ser normal en la política de un país que lleva casi cuarenta años siendo parte de la Unión Europea, pero la cruda realidad es que hasta que lo ha hecho Noelia aquí no dimitía ni el Tato: ahí está la colección de imputados del PSOE tan campante, ahí está el propio Pedro Sánchez aferrado al cargo después de la tesis, catorce millones de mentiras, los negocios turbios de su mujer y, sobre todo, de tener a los dos secretarios de Organización que ha nombrado imputados por pertenecer, presuntamente, a una organización delictiva. Es que ni con la entrada en la cárcel de Santos Cerdán se le ha ocurrido al tío que era hora de irse a casa, vamos.

Pero aun así Noelia Núñez debía dimitir porque a los votantes de su partido no les basta con decir que se asumen responsabilidades y seguir en la poltrona tan campante; porque los medios de comunicación que leen esos votantes no somos un equipo de opinión sincronizada capaz de justificar lo injustificable sólo porque lo digan desde Génova o desde donde sea; porque, como les decía, la derecha tiene que ser mejor que la izquierda y lo nefastos que son el PSOE y sus adláteres no debe servir para admitir que el PP o cualquier otro partido de este ámbito ideológico sólo sea un poco menos malo.

Eso sí, muy a su pesar, Noelia Núñez y su dimisión exprés han marcado un nuevo estándar de exigencia ética en la política española o, mejor dicho, han recordado en qué nivel y con qué normas debería practicarse la política en nuestro país.

No se trata de ensalzar aquí a alguien que ha hecho una enorme estupidez –otro día habrá que hablar de por qué pasan estas cosas y del sistema que está causando que lleguen a cargos importantes personas que se sienten avergonzadas por su propio currículum– y está pagando por ello un precio alto pero justo. Pero sí es el momento de señalar a todos los que han sido pillados en circunstancias similares –el propio Oscar Puente que ha denunciado este caso mintió en su CV, como también lo hizo Patxi López, que este mismo miércoles fingía estar escandalizado– o a los que se enfrentan a acusaciones mucho más graves y siguen aferrados al cargo y vendiendo lecciones de ética que no tienen para sí mismos.

Dicho de otra forma: aplicando el estándar ético que han exhibido Noelia Núñez y el PP el doctor Pedro Sánchez habría dimitido en septiembre de 2018.

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