
En los países de lo que, con tanta soberbia, llamamos los subdesarrollados, "tercer mundo", el espectáculo de la proliferación de perros callejeros es parte tristísima de la miseria.
Los perros callejeros de los países pobres comparten con los humanos la miseria, las enfermedades, el hambre y las dificultades por la supervivencia. Son hijos del favelismo, de la incultura y muchas veces de la falta de atención de quienes bastante tienen con atender a sus familias o a ellos mismos. A veces esos "milrazas" tienen un aspecto lamentable, pero no siempre, porque la libertad en que viven parece compensar tantísimas carencias.
Nuestros perros callejeros, los que pululan por los entornos urbanos y suburbanos de los países ricos, son otro tema muy diferente: reconocen su origen y las causas que los condujeron a su situación en la mala planificación urbanística, el abandono del medio rural, el chabolismo, aún superviviente incluso en la proximidad de las grandes ciudades; en ocasiones hasta en la estupidez y el capricho de ciertos ciudadanos poco responsables.
A veces se manejan mitos y lugares comunes que es importante desmentir y a ello vamos: en primer lugar, aclaremos que no es cierto que al llegar las vacaciones de verano se abandonen los perros que llegaron a las casas como regalo navideño; el fenómeno del abandono supone un goteo constante durante todo el año; lo que aumenta en estas fechas vacacionales es el extravío.
También es necesario considerar que muchos de los perros callejeros que pululan por la ciudad, generalmente por poco tiempo, ya que suelen ser víctimas del tráfico, proceden de los extrarradios o suburbios e incluso de los pueblos próximos, donde campaban en semilibertad sin ser suficientemente vigilados.
Las perras mantenidas como vigilantes o guardianas de obras y abandonadas cuando la construcción de las mismas acaba, las alimentadas, pero no recogidas por personas que se apenan de ellas, forman esa variada colección de "Damas", menos afortunadas que la famosa de Disney; nunca faltarán "Vagabundos" para aparearse con ellas.
Un grave problema humanitario, sanitario y social
Aunque no sea especialmente amigo de los perros, cualquier persona medianamente sensible se siente impresionada por el problema de los perros callejeros; hasta hace pocos años su captura por los famosos "laceros" conducía a estos infelices animales a la cámara de gas. Afortunadamente, al menos en esto algo hemos ganado en sensibilidad.
Porque son numerosas las entidades dedicadas a la protección animal que tratan de paliar este grave problema con sus medios, generalmente escasos, procedentes de las cuotas de sus socios o de donaciones particulares, nunca suficientes, pero por lo general administradas con ejemplar honradez por parte de sus gestores.
Las Sociedades Protectoras de Animales vienen a cubrir, al menos parcialmente, las necesidades de cobertura de los peligros derivados de la presencia de perros callejeros, peligros que no siempre pueden ser solucionados por la Administración, especialmente En esos entornos que "ni son Corte ni cortijo": los medios suburbios y rurales, precisamente donde el problema es especialmente acuciante.
Destaquemos en primer lugar el problema sanitario que suponen los perros callejeros: no hablamos solamente de su condición de portadores de parásitos, como garrapatas, pulgas o tenias, sino también de su papel transmisión de zoonosis como la rabia, mortal para el hombre y afortunadamente erradicada de España, pero no de algunos países vecinos del norte de África.
En segundo lugar recordemos el peligro para el tráfico rodado que suponen los perros callejeros en el entorno de las autovías; la gran mayoría mueren atropellados, pero no se puede descartar que algunos de ellos terminan provocando accidentes con víctimas humanas implicadas en los mismos.
Por último, invoquemos simplemente la sensibilidad que afecta a las personas que asisten al triste espectáculo del deambular de unos pobres animales que han visto como el hombre, la especie de la que dependen desde el contrato establecido en el Neolítico por ambas especies, lo ha incumplido dejando, por diversas razones, abandonado a su "mejor amigo".
No se arrepentirán de adoptar
No conozco a nadie que se haya arrepentido de adoptar un perro callejero; de manera inmediata se van a establecer unos lazos de amistad nunca inferiores a los que vinculan al amo con un cachorro criado desde su tierna infancia. Parece como si el inteligente animal supiera agradecer la segunda oportunidad de le brinda la vida, tanto si ya había tenido amo como si se ha criado en libertad o en un refugio.
Un perro adoptado a partir de una protectora nos será entregado con una importante parte del trabajo inicial ya realizado: por supuesto el reconocimiento veterinario o la inserción del chip identificativo. Si la adopción nace del "flechazo" causado por la mirada irresistible de un perrillo abandonado encontrado en la calle que nos sigue, simplemente cumplan con la regla de oro de llevarlo inmediatamente al veterinario.
Los beneficios van a ser recíprocos: Adopte un perro callejero, no va a arrepentirse.
