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Castilla y León

Retrato de esa España que arde

¿Qué poseen en común León, Zamora, Lugo u Orense, cuatro provincias que ahora mismo andan envueltas en llamas por todos sus costados?

¿Qué poseen en común León, Zamora, Lugo u Orense, cuatro provincias que ahora mismo andan envueltas en llamas por todos sus costados?
Un vecino de la aldea de Pareisás lucha contra en fuego en Orense. | EFE

¿Qué poseen en común las provincias de León, Zamora, Lugo u Orense, cuatro demarcaciones que ahora mismo andan envueltas en llamas por todos sus costados? Bueno, comparten muchos rasgos, es sabido, pero el principal y más impactante de ellos remite a que las cuatro, sin excepción, albergan ya a igual número de pensionistas en nómina de la Seguridad Social que trabajadores activos, esto es, que a cotizantes a la Seguridad Social. La proporción, pues, entre los perceptores de pensiones y los pagadores de pensiones resulta ser de uno a uno en los cuatro territorios.

Dicho de otro modo, más crudo: lugares como León, Zamora, Lugo y Orense no sólo experimentan un proceso de envejecimiento cronificado e irreversible, sino que su primera y principal fuente de rentas, esas jubilaciones de los abuelos que permiten elevar de modo artificial y encubierto los estándares de consumo de las unidades familiares, posee una fecha de caducidad definitiva muy cercana. Cada vez que muere un pensionista, la renta per cápita de esos territorios cae un poco más. Y cuando fallezca el último, ya nadie podrá subsistir ahí; simplemente, van a verse forzados a emigrar prácticamente todos sus habitantes. Ante semejante panorama socio-demográfico, los incendios van a acabar resultando lo de menos. Y ese desolador paisaje humano conlleva también derivadas políticas. E importantes, además.

Porque coexisten en el tiempo presente una España persuadida de que no necesita al Estado para nada, la formada por esas nuevas clases medias urbanas que lo asocian a un vampiro que chupa su riqueza privada vía incrementos constantes de los impuestos (pongamos que hablo de Madrid), y otra España, esa envejecida, periférica y decadente, que cada vez va a necesitar más al Estado para simplemente sobrevivir. Y resulta que ambas, tanto la una como la otra, suelen votar de forma mayoritaria a la derecha. La definición oficial del PP como un partido "liberal-conservador" no significa nada, salvo acaso un recuerdo de periclitadas fracturas decimonónicas. Pero el gran desafío de Feijóo será dotar de un contenido real a esa palabra si pretende liderar esas dos Españas.

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