Pedro Sánchez ha rematado sus vacaciones en Andorra. Alguien poco avisado habrá pensado que la visita era para acudir a los servicios financieros del paraíso fiscal. Pero ocurren dos cosas. La primera es que a esta clase de territorios ya no se les llama así, sino que se denominan "jurisdicciones no cooperativas", que es una forma mucho más cursi e intrincada, y por tanto más socialista, de bautizarlos. Y, sobre todo, que Andorra dejó de ser tal a principios de 2011, tras firmar con el reino de España un acuerdo de intercambio de información tributaria, lo que obliga al pequeño Estado a suministrar la información de que disponga de los contribuyentes españoles. Si se la piden, supongo.
Entonces, ¿a qué ha ido Sánchez a Andorra? Cuentan las crónicas que a montar en bicicleta. Al parecer, en verano, cerradas las pistas de esquí, hay allí rutas de montaña ideales para la práctica del deporte con un alto grado de intimidad. Debe de ser que, en España, a pesar de lo escarpado de la orografía, no hay rutas tan bellas como las andorranas. O más probablemente quizá suceda que, habiéndolas, somos aquí tantos los aficionados al duro deporte que en nuestro país no es posible hallar un lugar lo suficientemente tranquilo para que el presidente pueda practicarlo con la seguridad exigible para su egregia persona.
Sin embargo, esta explicación no cuadra. En España no hay tanta afición al pedaleo. De hecho, hace unos años, el simpático alcalde de Madrid eliminó unos cuantos estacionamientos de superficie, estrechó los laterales de la Castellana y atascó en general todo el tráfico de la zona para crear un carril bici que fuera desde el cruce de Raimundo Fernández Villaverde hasta la plaza de Castilla y vuelta. Tal vez fuera por congraciarse con la izquierda o quizá por cobrar una suculenta subvención de la Unión Europea o más probablemente por las dos cosas a la vez. El caso es que el éxito de la nueva vía es similar al que tenían las obras de Alfonso Sastre una vez muerto Franco. Cualquiera que tenga tiempo puede entretenerse y contar cuántos ciclistas pasan por allí a la hora y verá que no son más de diez. Y casi todos, con bolsas de Glovo a la espalda. No, definitivamente lo de que en España las sendas para practicar ciclismo alpino están abarrotadas de antisanchistas que podrían abuchearle no es argumento para refugiarse en el extranjero.
Y, si no es eso y hace casi quince años que Andorra dejó de ser paraíso fiscal, no hay forma de imaginar por qué el matrimonio presidencial elige tal destino para concluir sus vacaciones. A lo mejor es que don Sabiniano tenía allí guardado el dinero que le sobraba y resulta que lo hizo emerger con la amnistía fiscal de Montoro. Y luego, cuando Begoña lo heredó, viendo lo mal que iba España con su marido, prefirió dejarlo en el mismo sitio aun declarándolo. Tal decisión sería la que obliga a la mujer a viajar regularmente al principado por eso de que el ojo del amo engorda la vaca. Lo que es una pena es que no haya vídeos de nuestro gallardo presidente pedaleando erguido, sobre la bicicleta, debidamente equipado, subiendo un escarpado puerto y contoneándose como un corista de Celia Cruz. Qué lástima.

