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Educación pública para todos (los demás)

No me dirán que no es maravilloso que estos defensores de la educación pública, mira que han dado la brasa, lleven a sus retoños a un colegio privado.

No me dirán que no es maravilloso que estos defensores de la educación pública, mira que han dado la brasa, lleven a sus retoños a un colegio privado.
Irene Montero y Pablo Iglesias, en un acto público. | Contacto Photo

Si no fuera porque buena parte de lo que está destrozando España en este momento lleva el membrete ideológico de Pablo Iglesias –al menos en su adaptación al suelo patrio, inventarse no se ha inventado nada– los marqueses de Galapagar serían una pareja divertidísima, una cosa de sitcom, una versión tan químicamente pura de la izquierda hipócrita que, de no existir, sería conveniente inventar.

Por desgracia, Iglesias y señora pueden llegar a ser grotescos, pero no son para tomárselos a broma y, aunque hay días en los que parecen la creación de un guionista muy facha para desprestigiar a la izquierda, este país está como está porque sus ideas miserables se han convertido en mayoritarias en la izquierda y en los medios de comunicación, valga la redundancia.

Pero aun así, no me dirán que no es maravilloso que los grandes defensores de la educación pública, mira que han dado la brasa con el tema, lleven a sus retoños a un colegio privado. Privado sí, progre a más no poder, pero privado del todo.

Ya hemos comentado aquí alguna vez la capacidad de la izquierda para no sentirse obligados por las normas éticas que ellos mismos crean. Y eso que se presentan como la única alternativa moral y, además, hacen de prácticamente todo –del deporte a la cultura pasando hasta por la comida– una cuestión en la que todo tienes que decidirlo en virtud de si eres de los buenos o un facha asqueroso mala persona y ruin.

Sin embargo, resulta que para ellos esas normas no cuentan: ellos puedes hacer lo que les de la gana, mientras los ciudadanos normales tenemos que sujetarnos a un código ético más férreo que el de una secta milenarista.

Así, mientras predican la sanidad pública para todos, son de Muface o se van al Cedars Sinaí a tener a su hijo; boicotan a Coca-Cola, pero la beben de dos en dos; quieren salvar el planeta, pero mientras tanto no se bajan del Falcon; el turismo es malo, pero se van de vacaciones con la panda; educación pública obligatoria, pero sus niños no se pueden son más especiales que los de los demás, así que para ellos privada.

Estoy deseando escuchar las justificaciones de todos esos analistas de izquierdas que nos explicarán con mucho detalle que tú puedes defender algo y luego optar por otra cosa, pero es que aquí lo importante no es que ellos defiendan esto o lo otro como opciones válidas o incluso necesarias, es que las presentan como obligatorias para todos… menos para ellos mismos.

Cualquiera podría pensar que después de este ridículo Iglesias y Montero tendrán un ataque de pudor y se pasarán una temporada sin darnos lecciones morales. Me temo que no: la pareja tiene la cara tan dura que son capaces de presentarse en la próxima manifestación en defensa de la educación pública para todos, sí, pero todos los demás.

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