El PSOE contra la generación perdida
Los que no han heredado, andan encadenando contratos de alquiler y con muy pocas expectativas de que ese sino cambie algún día. Son gente, sí, que está mal. Pero siempre se puede estar peor.
Dejando al margen el agitado verano de 1936 y sus largas secuelas, resulta muy probable que el peor momento de la historia contemporánea para que un español celebrase su veinticinco cumpleaños fuera en 2008, cuando el suelo comenzó a temblar bajo nuestros pies y todo, empezando por varios millones de proyectos individuales de vida, parecía amenazar con desmoronarse sin remedio. Aquellos exjóvenes, los del aniversario a aciago, andan ahora estrenano la cuarentena ( 25+17=42 ).
Por lo demás, huelga decir que, en tanto que cohorte generacional, les ha tocado en suerte el periodo temporal más jodido para intentar alcanzar algo parecido a la estabilidad familiar, laboral, financiera, inmobiliaria y hasta psicológica.
Toda la inmensa suerte inmerecida que tuvieron los de la generación que, con un país entero por hacer, se colocaron durante la Transición ( después pondrían silicona en las cerraduras de las puertas más cotizadas para que no pudiéramos pasar los que llegábamos detrás de ellos) se trocó en desgracia para esos veinteañeros, los condenados por la Gran Recesión. Hay muchas vidas rotas entre esa gente, pero pocos pisos en propiedad. Los que no han heredado, andan encadenando contratos de alquiler y con muy pocas expectativas de que ese sino cambie algún día. Son gente, sí, que está mal. Pero siempre se puede estar peor.
Y como yo conozco personalmente a más de uno, no he necesitado imaginarme sus caras tras acusar recibo de que el Gobierno más progresista del mundo mundial ha decidido excluirlos del enésimo plan de ayudas al acceso a la vivienda, el que acaba de anunciar el presidente Sánchez. Sí, los han excluído. Porque ocurre que ellos tienen la necesidad perentoria de poder dormir bajo un techo de forma estable. Pero resulta que el problema del Gobierno es otro muy distinto. La necesidad perentoria del Gobierno remite a conseguir que les voten los llamados jóvenes. Y ellos, ¡ay!, ya no son jóvenes. "No hay hombre, no hay problema", solía sentenciar Stalin tras fusilar a algún camarada molesto. "No hay juventud, no hay piso subvencionado", dice ahora Sánchez parafraseando a Koba el Terrible.
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