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Hamás bien vale un genocidio

La realidad, naturalmente, es tozuda. Los principales culpables de la situación de los palestinos son ellos mismos, por empeñarse en no perder jamás una oportunidad de perder una oportunidad.

La realidad, naturalmente, es tozuda. Los principales culpables de la situación de los palestinos son ellos mismos, por empeñarse en no perder jamás una oportunidad de perder una oportunidad.
Global Sumud Flotilla. | Europa Press

Donald Trump negoció con Israel y los países árabes un plan de paz que incluye el fin de la guerra, la devolución de los rehenes, la rendición de Hamás y la entrega de la Franja a un gobierno palestino supervisado por un consejo presidido por el propio presidente de Estados Unidos y con soldados árabes en las calles sustituyendo a los israelíes. ¿Qué bien, no? Estarán todos los que nos aseguran mil veces que hay un genocidio en Gaza aplaudiendo con las orejas y clamando por que Hamás y la Yihad Islámica acepten ya para acabar con la masacre. ¿No?

Pues no.

De Pedro Sánchez se podrá decir lo que quiera, pero no que no sea capaz de crear distracciones y abandonarlas cuando ya no le sirven. Y la unanimidad en el resto de Occidente y los países árabes a favor de este plan ha sido suficiente para convencerle de que es hora de abandonar Palestina como forma de ocultar que su familia y partido son un pozo sin fondo de corrupción. Agosto fue el mes del cambio climático como respuesta, permítanme que me ría, a los incendios que arrasaron parte de España. Septiembre fue el mes del genocidio. Naturalmente, a Sánchez no le podrían importar menos los bosques o los gazatíes, pero sabe que su potencia de fuego mediática es capaz de mantener esos asuntos como tema principal en la conversación pública mientras le sean útiles.

Pero se ve que, en los papeles del divorcio con Prisa, no quedó detallado ningún contacto directo con Su Sanchidad que le dijera a El País cuando tenía que parar. Así que su reacción a la propuesta de paz fue calificarla de "encerrona a Hamás" porque le deja sin bazas negociadoras, es decir, rehenes secuestrados. Una infamia a la altura de las peores que ha perpetrado, pese a tener el listón a una altura que ni Duplantis podría superar. Y que aún así tanto El Diario como Público superan. Primero repiten más de mil veces la mentira de que en Gaza hay un genocidio para lograr implantarla en el discurso público como algo obvio y aceptado por todo el mundo, para luego poner la supervivencia de Hamás como un bien moral mucho más alto que parar ¡un genocidio ni más ni menos!

En cuanto a los partidos de extrema izquierda, que mostraron su alegría el 7 de octubre, la reacción ha sido naturalmente la de lamentar el plan y denunciar que no se puede aceptar un plan de paz que acabe con el "autogobierno" de los palestinos. ¿Pero quién gobierna Gaza y dejará de hacerlo si se llega a un acuerdo? Hamás. Es decir, Yolanda Díaz, Ione Belarra, Irene Montero y todo el resto de hitleritos de mercadillo consideran que lo que llaman "genocidio" debe continuar si la alternativa es quitarle el poder a una organización terrorista que asesina a sus propios súbditos cuando van en busca de ayuda humanitaria porque la da Israel y Estados Unidos y que los usa de escudos humanos para protegerse y emplear luego sus muertes como propaganda. Pero oye, que Hamás es autogobierno palestino. Y eso es lo que importa. Un Hamás en el poder bien vale todos los cientos de miles de niños muertos. Por no caer en la ley de Godwin, les dejo como ejercicio pensar cuál hubiera sido el argumento equivalente en 1945.

Cuando cayó el muro y se derrumbó el imperio soviético, la izquierda en Occidente perdió su horizonte moral y se apuntó a cualquier moda ideológica que pudiera sostener lo único que le importaba y le ha importado siempre: esa agradable sensación de cosquilleo en el estómago que da creerse de los buenos, de los que están con las víctimas y los desfavorecidos, de quienes se oponen a los opresores. Una dicotomía en blanco y negro que permite absolver de crímenes como los del 7 de octubre a quienes apoyan y justificar su odio a los judíos por el delito de negarse a morir.

La realidad, naturalmente, es tozuda. Los principales culpables de la situación de los palestinos son ellos mismos, por empeñarse en no perder jamás una oportunidad de perder una oportunidad. Pero también son responsables quienes, por motivos de onanismo moral, apoyan siempre a lo peor de la causa palestina, poniendo todas las trabas posibles a cualquier posible mejora de su situación. Por eso se oponen al plan de paz. Porque lo que quieren es que el problema en Oriente Medio se perpetúe para siempre. Para poder seguir teniendo una causa que les dé gustirrinín. Que eso implique mantener para siempre a la población palestina en la miseria, la falta de libertades y la violencia constante es lo de menos. Para hacer la tortilla hay que romper los huevos.

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