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Berlinguer y el fin del comunismo

Aunque no pudo ver cómo en 1989 empezó el derrumbe del totalitarismo comunista, sí que hizo mucho para que ello ocurriese.

Aunque no pudo ver cómo en 1989 empezó el derrumbe del totalitarismo comunista, sí que hizo mucho para que ello ocurriese.
Wikimedia Commons

La película Berlinguer: La gran ambición, dirigida por Andrea Segre, estrenada en 2024 y que ahora se puede ver en la plataforma Filmin, es una biografía fílmica de Enrico Berlinguer, el carismático líder del Partido Comunista Italiano (PCI) durante los turbulentos y fascinantes años de 1973 a 1978. A través de una mezcla de drama político y momentos íntimos, la película se sumerge en el llamado "compromiso histórico" que Berlinguer impulsó, siendo un testimonio involuntario del declive y muerte simbólica del comunismo auténtico. Berlinguer, junto a figuras como Santiago Carrillo del Partido Comunista Español y Georges Marchais del Partido Comunista Francés, representó el auge del eurocomunismo, una corriente que sorprendentemente supo conciliarse con la democracia liberal, el pluralismo político y los derechos individuales, lo que deconstruye la esencia revolucionaria y violenta del comunismo, civilizándolo pero también llevándolo a la irrelevancia.

El eurocomunismo, como se muestra en la película, fue un intento de distanciarse del modelo soviético y adaptarse al contexto occidental, priorizando las elecciones democráticas sobre la lucha armada y el parlamentarismo sobre la dictadura del proletariado. Sin embargo, esta adaptación significó también la capitulación de la extrema izquierda. Al renunciar a la violencia como herramienta para la transformación social, Berlinguer y sus homólogos diluyeron el comunismo hasta convertirlo en una variante tibia del socialismo democrático, compatible con el capitalismo liberal. La película ilustra esto a través de las negociaciones de Berlinguer con Giulio Andreotti, líder de la Democracia Cristiana, en el marco del "compromiso histórico". Este pacto, similar al que Carrillo selló con Adolfo Suárez durante la Transición española, simbolizó la renuncia definitiva a la confrontación radical. El comunismo sin violencia es como una paloma sin aire: incapaz de volar, de imponerse, de revolucionar. Este acuerdo no solo frustró las ambiciones del PCI, que estuvo a punto de llegar al poder en 1976, sino que marcó la condena a muerte simbólica del movimiento, al integrarlo en el sistema que pretendía derrocar.

Una escena particularmente reveladora en la película es aquella en la que una de las hijas de Berlinguer le expone la absurdidad del igualitarismo estricto. En un momento de debate familiar, la hija cuestiona los principios comunistas de su padre, destacando la necesidad y la justicia de los incentivos individuales para motivar el esfuerzo personal y la innovación. Esta interacción, ambientada en el ámbito doméstico, subraya las tensiones internas del ideario comunista: el igualitarismo absoluto ignora la naturaleza humana, que responde mejor a recompensas diferenciales que a una uniformidad impuesta. La película utiliza esta escena para humanizar a Berlinguer, pero también expone la fragilidad ideológica del eurocomunismo, que al reconocer implícitamente estas críticas, se aleja aún más del comunismo ortodoxo representado por la URSS. Es en estos diálogos familiares donde se evidencia cómo el propio entorno de Berlinguer le obligaba a confrontar las limitaciones y contradicciones de su doctrina.

Además, la película no escatima en mostrar el horror del terrorismo y la violencia asociada a la extrema izquierda encarnada en las Brigadas Rojas (mientras que en España el comunismo genuino se manifestaba con ETA, el FRAP y los GRAPO). Las Brigadas Rojas fueron las responsables del secuestro y asesinato de Aldo Moro, el líder demócrata-cristiano, en 1978, mostrándose como los guardianes más auténticos del comunismo revolucionario, fieles al legado de la URSS con su disposición a usar la violencia para derrocar el sistema. La izquierda mediática ha tratado de exculpar a las Brigadas o de romantizarlas. En contraste, Berlinguer condena estos actos, lo que refuerza su desviacionismo hacia la civilización liberal en la que la renuncia a la utopía, en aras del mal menor, es también una renuncia a la violencia. La cinta recrea el contexto de terror político de la época que frustró el "compromiso histórico". Berlinguer pudo haber sido asesinado, al igual que Moro, que en la secuencia más emotiva les explica a sus hijos por qué no quiere que el Estado negocie con terroristas en el caso de ser él el secuestrado. Las Brigadas Rojas, con su radicalismo, recuerdan que el comunismo verdadero requiere de la coerción y la purga para mantenerse, algo que Berlinguer rechazó, acelerando así el fin de su ideología en Occidente.

Berlinguer: La gran ambición pretende homenajear a un líder visionario, pero involuntariamente expone cómo el eurocomunismo firmó el acta de defunción del auténtico comunismo al integrarse en la democracia liberal. Berlinguer, Carrillo y Marchais no reformaron el comunismo: lo asesinaron, transformándolo en una sombra inofensiva del radicalismo que una vez prometió cambiar el mundo a sangre y fuego. La película, con sus escenas familiares y políticas, sirve como advertencia de que el comunismo solo sobrevive con violencia llevada a cabo por fanáticos que creen que la guillotina es la madre de la democracia. La película comienza con imágenes de Salvador Allende y termina con otras de Ronald Reagan, Margaret Thatcher, Lech Walesa y Juan Pablo II. Berlinguer pretendió emular al primero, pero, afortunadamente, tuvo más que ver, en su bonhomía, racionalidad y talante dialogante, con los segundos. Finalmente, un ictus se lo llevó en 1984, una fecha significativa porque Berlinguer ayudó a que la izquierda no terminase siendo la plasmación de la distopía de Orwell. Aunque no pudo ver cómo en 1989 empezó el derrumbe del totalitarismo comunista, sí que hizo mucho para que ello ocurriese, de modo que el tsunami de la libertad que habían reivindicado Reagan-Thatcher-Walesa-Wojtyla se llevaba por delante la más grande estafa y el más espantoso crimen que vieron los siglos: la de aquellos que prometiendo el paraíso en la tierra trajeron el gulag y la cheka. Al menos, lo que en su día fue tragedia con la tropa del Kremlin, hoy es farsa subvencionada con la banda de Galapagar.

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