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La "mirada larga" de Puigdemont

Puigdemont fue como uno de esos directores de paja que se nombraban para afrontar las consecuencias de los editoriales que escribían los directores de verdad,

Puigdemont fue como uno de esos directores de paja que se nombraban para afrontar las consecuencias de los editoriales que escribían los directores de verdad,
Cordon Press

El prófugo de Waterloo cada vez está más solo. Es cierto que hay empresarios que van a visitarlo a Bélgica de vez en cuando y frikis del separatismo que tocan a su puerta a horas intempestivas para hacerse una foto, pero todo el apoyo que llegó a lograr se ha diluido. Aquellos prohombres de la sociedad civil que le empujaban hacia el precipicio en 2017 han desaparecido. Ahora tratan con Salvador Illa y se muestran encantados con la deriva catalana, el "seny" socialista. Hablar del "Procés" es una muestra de mal gusto para ellos, que siguen frecuentando los salones de los círculos del Liceo, el Ecuestre y el de Economía para dar lecciones magistrales sobre táctica política y estrategia empresarial.

Es cierto que siempre tienen un recuerdo para Carles Puigdemont, del que no hablan del todo mal, aunque todavía pesa sobre el expresidente de la Generalidad la fama de zumbado que le pusieron en su propio partido cuando el desahogado de Artur Mas le confió la presidencia para que impactara cual misil extraviado con todo el aparato del Estado.

Las perspectivas demoscópicas de Junts son muy deprimentes. Después de Pujol, Artur Mas, que no era un desconocido y tenía detrás una organización impresionante, tardó casi una década en recuperar la Generalidad para CiU. Para mantenerla y fruto de un cúmulo de errores estratégicos a cual más grosero desempolvó el plan B, que eran unos viejos papeles de Pujol que trazaban el camino hacia la independencia. La gran habilidad de Mas fue bajarse a tiempo del tren en marcha y no sufrir las consecuencias penales, más allá de un embargo sobre su casa en Barcelona sin consecuencias prácticas.

Puigdemont fue como uno de esos directores de paja que se nombraban para afrontar las consecuencias de los editoriales que escribían los directores de verdad, un cabeza de turco que se esforzó todo lo que pudo y más para lograr la independencia hasta que comprobó que el lento, anticuado y desgastado Estado español era un gigante invencible en comparación con las estructuras de Estado catalanas de las que se tenía que ocupar Oriol Junqueras, un estafador disfrazado de místico.

Ocho años después de todo aquello (el próximo lunes se cumplirá el octavo aniversario de la declaración de independencia en el "Parlament"), el PSC se encarga del trabajo sucio de desconectar Cataluña del resto de España con la diferencia de que no anuncia a bombo y platillo que se va a quedar con todos los impuestos que se pagan en Cataluña sino que habla de financiación singular. Puro pujolismo.

Puigdemont contempla la escena desde su refugio y aboga por una "mirada larga" y por no precipitarse. ¡Qué diferencia con el líder irredento de hace unos años! Le cuentan y no paran sobre "Aliança Catalana" y Sílvia Orriols. La versión que más escucha sobre ese partido es que se trata de un artefacto ideado por las cloacas del Estado para socavar aún más los restos de Convergència, ese Junts de Rull, Turull y Tururull. Y ante el empuje (de momento en las encuestas) de la tal Aliança, Puigdemont recomienda a los suyos no precipitarse, no entrar al trapo. Se ha convertido en un moderado. Demasiado tarde. La malversación, a diferencia de los empresarios del "Procés", sigue ahí.

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