Puigdemont siempre va de farol
Como Durruti, Ascaso y García Oliver, los de Orriols tampoco quieren saber nada del parlamentarismo madrileño.
Dicen los ingleses que la roca de Gibraltar continuará siendo británica mientras todavía quede algún mono vagando ocioso por sus laderas; de idéntico modo, la derecha separatista seguirá sosteniendo a Pedro Sánchez en la Moncloa mientras la esposa de Carles Puigdemont y madre de sus hijas, la señora Marcela Topor, continúe cobrando todos los meses un bonito cheque de 6.000 euros en la Diputación de Barcelona por no hacer nada (como a los mangoneos de las diputaciones nadie les presta atención, tampoco nadie sabe que el partido del marido de la afortunada doña Marcela apenas cuenta con 12 diputados provinciales – sobre un total de 51 – en esa institución).
Al respecto, no parece haber indicios de que las finanzas familiares del feliz matrimonio anden amenazadas de sufrir algún quebranto en los próximos meses a raíz de la última bravuconada apocalíptica del Payés Errante. La pasta semeja asegurada. El primer y principal problema de Puigdemont es que no se puede tomar en serio a un tipo que empieza por no tomarse en serio a sí mismo, algo que el Papa Luna de Gerona ya nos dejó claro a todos tras proclamar aquella charlotesca independencia de los siete segundos. Los que no van de farol, en cambio, son los agro-trumpistas con barretina de Aliança Catalana, esa cuña de su misma madera que anda alborotando el núcleo duro del espacio independentista.
Algo que esos herederos de Estat Català hacen por dos vías. La primera, castrando electoralmente al pospujolismo ortodoxo en su ámbito doméstico ( Puigdemont perdería en un hipotético adelanto de las catalanas por la masiva fuga de antiguos apoyos suyos hacia Aliança). La segunda y determinante para la política nacional, porque ese nuevo independentismo conservador y populista que busca inspiración en el posfascismo atlantista de Giorgia Meloni y sus Fratelli d'italia ansía, de forma insospechada, recuperar una antiquísima tradición del anarquismo catalán: el abstencionismo en los comicios estatales. Como Durruti, Ascaso y García Oliver, los de Orriols tampoco quieren saber nada del parlamentarismo madrileño. Bueno, cada loco con su tema. Pero lo dicho, el otro va de farol.
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