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Después de todo lo que hizo por él

Para el partido del que Ábalos fue hombre fuerte y mano derecha, su entrada en Soto del Real es solo "un paso más de un procedimiento judicial".

Para el partido del que Ábalos fue hombre fuerte y mano derecha, su entrada en Soto del Real es solo "un paso más de un procedimiento judicial".
El exministro José Luis Abalos a su llegada al Tribunal Supremo. | Europa Press

En un mundo, el político y el mediático, donde las reacciones a los acontecimientos se producen en minutos, la entrada en la cárcel de José Luis Ábalos y Koldo García no ha merecido, cuando se escriben estas líneas, ni una palabra de quienes fueron sus compañeros de partido y de aquel que confió en ellos para trepar de nuevo y para pergeñar la moción de censura que lo hizo presidente del Gobierno. El acontecimiento de que otro secretario de Organización del PSOE de Sánchez vaya a prisión por riesgo de fuga, al tiempo que el fiel escudero García, ha abierto una grieta en la realidad, como las que sueña la ciencia-ficción, y se han visto dos universos paralelos, autónomos, incomunicados, de espaldas el uno al otro.

En el universo frío, un autómata que funge de presidente lee un discurso en la firma de un acuerdo sobre el sueldo de los empleados públicos; un ministro que siempre pierde la oportunidad de callarse hace un chiste sobre Feijóo y el templo Debod, en el que viste al líder de la oposición de faraón tartamudo; y un diputado igual de lenguaraz, que porta las siglas de un viejo partido catalán, repostea una noticia de Diario Veterinario. No extraña que Ábalos diga, en su última entrevista antes del trance carcelario, que tiene la sensación de estar viviendo una ficción. A los que vemos la película nos pasa lo mismo. La escisión de la realidad en dos planos tan desconectados solo puede provocar esa percepción. De hecho, la trama que se desarrolla en el universo paralelo, con su impostada rutina inerte, pretende sepultar en la inexistencia lo que ha ocurrido.

Para el partido del que Ábalos fue hombre fuerte y mano derecha, su entrada en Soto del Real es solo "un paso más de un procedimiento judicial". Un procedimiento que ni les va ni les viene, totalmente ajeno, que ya no exige de su parte la asunción de responsabilidad. Hicieron lo que tenían que hacer, dicen, y a otra cosa, mariposa. Su problema es que no hay otra cosa. Dos secretarios de Organización, uno tras otro, en la trena, esa es la cosa. Y Ábalos y Koldo no eran cualquier cosa. Uno aupó a Sánchez tras su caída y pergeñó y defendió la moción de censura, porque no se podía soportar que hubiera un Gobierno manchado por la corrupción. Madre mía. El otro fue el anecdótico que custodió los avales de Sánchez, el leal chófer del Peugeot, el que controlaba el negocio de las mordidas. Después de todo lo que hicieron por él, les paga con la indiferencia o peor. Aunque no hace tanto que le puso un mensaje diciendo que lo echaba de menos.

Qué desagradecidos. Pero cuanto más cercanos, más sepulcral ha de ser el silencio. Un silencio del que esperan propiedades mágicas que no tiene. No hace desaparecer a los personajes ni elimina la responsabilidad. La única manera de asumirla era y es dimitir, el paso que no ha dado, que no quiere dar, y cuya ausencia trae esta larga agonía de un partido y de un Gobierno. Acaban de tumbarles el techo de gasto. Sin el voto de Ábalos, perderán todas las votaciones si Junts no arrima el hombro. Solo los sostiene la descarnada ansia de poder. Pero hasta cuándo.

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