Mis prisiones
No deja de conmover el aspecto desmejorado y demacrado del otrora orondo y temido apparatchik socialista. Da pena verle, con su mochilita, con el aseo y la muda.
En España, tenemos cárceles muy cómodas. Un día, las proyectaron y edificaron así los políticos con el pretexto de poder ofrecer a los terroristas un más confortable modo de cumplir condena a cambio de renunciar en el futuro a la violencia. Pero la realidad es que las encargaron así por si algún día les tocaba alojarse en ellas. A pesar de eso, hoy da la impresión de que no hay consuelo para José Luis Ábalos. Imagina la cárcel de Soto del Real como una de las prisiones salidas de la imaginación de Giovanni Battista Piranesi, oscura y húmeda. Se ve desplazándose, cargado de cadenas, por largos pasadizos hacia crueles mazmorras; deslumbrado por haces de intensa luz provenientes de altísimas claraboyas; esquivando maromas sujetas de viejas poleas, presuntos augurios de futuras torturas; subiendo y bajando empinadas escaleras de piedra, a veces, y de madera podrida las más; oyendo el crujir de los tablones a su paso, acompañado de un sombrío y taciturno carcelero; yendo cabizbajo, resignado a cumplir su condena y expiar sus crímenes.
No deja de conmover el aspecto desmejorado y demacrado del otrora orondo y temido apparatchik socialista. Da pena verle, con su mochilita, con el aseo y la muda, mal dispuesto a ser el mártir del sanchismo, a punto de padecer el rosario de humillaciones que conlleva todo ingreso en prisión. Para superar este natural sentimiento de misericordia hacia quien tiene que sufrir presidio, quizá no baste acordarse del mucho dinero público del que se apropió la trama criminal por él dirigida pues, a fin de cuentas, no es el único, ni mucho menos, que se dedica a estas prácticas. Ni tampoco sea quizá suficiente tener presente el soez vocabulario que empleaba al hablar de algunas mujeres.
Pero sí podría bastar el recordar la responsabilidad que el recluso tiene en el mantenimiento del régimen chavista. El Gobierno de Venezuela encarcela, tortura y con frecuencia asesina opositores en un edificio llamado Helicoide, que hace que las prisiones de Piranesi sean, comparadas con él, parques de atracciones de cualquier productora de Hollywood. Y los que hasta allí van a parar no van por robar, como a él le está pasando, sino por haber tenido el coraje de oponerse a la sanguinaria dictadura socialista que padece aquel pueblo hermano.
Es verdad que Ábalos no es el único socialista español que ha dado amparo a tan oprobiosa tiranía y ni siquiera es el más importante. Más responsabilidad tienen Sánchez y Zapatero. Pero fue él quien recibió en Barajas a la infame vicepresidenta de aquel régimen feroz con el fin de recoger vaya usted a saber qué pagos en agradecimiento a la protección brindada. Ahora que Ábalos se ve desnudo, ante los funcionarios de prisiones obligados a asegurarse de que no introduce ninguna mercancía prohibida en el centro, podría tener un recuerdo para los héroes de la libertad que en Caracas tienen que pasar por mucho más siendo mucho menos culpables que él. Si quiere de verdad hacerse perdonar sus muchos pecados, con independencia de que el fiscal le disminuya la condena por lo que largue del rescate de Air Europa, que cuente lo que fue a hacer a Barajas y ayude a desenmascarar de una vez a Maduro, a su séquito de criminales y a los socialistas españoles que se han enriquecido a costa de la sangre de los venezolanos. Entonces, a lo mejor, empieza a suscitar alguna pena.
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