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A la cara de Sánchez no "le renta" Moncloa

Dice el presidente que a España "le renta" un gobierno del PSOE, me permito dudarlo, de lo que no tengo dudas es que a su cara no le renta lo más mínimo.

Dice el presidente que a España "le renta" un gobierno del PSOE, me permito dudarlo, de lo que no tengo dudas es que a su cara no le renta lo más mínimo.
Pedro Sánchez, durante su comparecencia de balance de fin de año en Moncloa. | Eduardo Parra / Europa Press

Acostumbrado a escuchar a Pedro Sánchez, la verdad es que la mayor parte de las veces que lo veo en público me acaba entrando la risa: hay algo cómico, aunque también terrorífico en la frialdad y el descaro con la que miente, en ese absoluto desprecio ya no por la verdad, sino siquiera por la apariencia de verdad. Es impresionante, aunque ya resulte repetitivo.

Les reconozco que al menos una parte de esa risa es nerviosa: por mucho que ya lo hayamos visto más de cien veces sigue siendo escalofriante ver en qué manos estamos, ver ese alejamiento de la realidad, esa falta total y absoluta de escrúpulos, esos gestos y esas frases de un hombre que es, ya a ojos vista, capaz de cualquier cosa.

Así que cada comparecencia del presidente nos ofrece una montaña rusa de sensaciones: empiezas por aburrirte, luego te echas unas risas, después un ataque de incredulidad, una fase de terror pánico, otra de hilaridad… así hasta quedarte con un sabor de boca trágico, mucha fatiga y esa sensación de que sabes que es imposible seguir así, pero también que vamos a seguir así.

Y a pesar de todo esto que he vuelto a experimentar este lunes, cuando se nos ha aparecido espectral en Moncloa, les quiero contar que lo que más me ha impresionado de esta última comparecencia no ha sido otra cosa que la cara de Pedro Sánchez, esa superficie maquillada pero cadavérica, más llena de grietas que el desierto del Kalahari, ese gesto tenso incluso en las sonrisas finales, durante ese momento supuestamente distendido y afable en el que ha deseado unas felices fiestas a los periodistas.

Yo sé que el tiempo pasa para todos y soy consciente de que casi siempre lo hace dejando un rastro atroz en nuestro físico. Tampoco se me escapa lo difíciles que son los años en los que Pedro Sánchez ha sido parte de la escena política y, por desgracia, de nuestras vidas: ese tránsito de la cuarentena a la cincuentena que sólo Brad Pitt y cuatro más han hecho sin merma de dignidad y que conozco bien: tengo casi la misma edad que el presidente del Gobierno. Pero aun así, hay algo terrible en ese rostro cadavérico y en cómo –lo contamos en una escalofriante galería en Libertad Digital– cada uno de los casi ocho años que lleva en Moncloa le ha caído a Sánchez como una maldición.

Dice el presidente que a España "le renta" un gobierno del PSOE, me permito dudarlo, de lo que no tengo dudas es que a su cara no le renta lo más mínimo.

A estas alturas de la columna imagino que habrá lectores que piensen que soy un idiota por hablar así de la cara de Sánchez, que es más guapo que yo, lo que no me cuesta nada admitir, por supuesto que lo es, no pasa nada. Y puede que también los haya que crean que soy un indeseable por cebarme en un defecto físico, pero esto sí que no lo admito: no hablo de un defecto sino de un proceso que me parece que está asociado a cómo el presidente ejerce el poder y al coste que tiene para él mantenerse a toda costa, sea como sea y reviente lo que reviente, porque parece que, además de España, lo que está reventando es él mismo.

Y al final la pregunta que no puedo quitarme de la cabeza es qué le impulsa a seguir a ese precio, por qué no puede dejarlo ya, qué le hace necesitar el poder aunque tenga que sacrificar hasta su propio físico y su salud, yo creo que también mental, por el empeño de mantenerlo. Sí, algunas ideas se me ocurren, igual que ustedes, pero saberlo sólo lo sabe él.

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