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Luis Fernando Quintero

¿Pero qué demonios celebran Guardiola y Feijóo?

Nunca un candidato del PP tuvo tan de cara arrasar en Extremadura. Guardiola ha perdido más de 9.000 votos y eso que Gallardo se dejó más de 100.000.

Guardiola recibe la felicitación y alegría de Feijóo y Azcón por videoconferencia en la noche electoral de este 21 de diciembre. | EFE

Ni uno de los más de 108.200 votos que ha perdido el partido socialista en Extremadura, ni uno solo, ha sido recogido por el PP. Es más, el PP no ha ganado votos desde 2023. Más bien al contrario, ha perdido más de 9.000 votos en los dos últimos años, según los últimos datos ofrecidos por la web oficial para las elecciones extremeñas en la Junta de Extremadura.

Tratándose de un feudo tradicionalmente de izquierdas y muy identificado con las siglas del puño y la rosa, este dato debería invitar a la reflexión y todo lo que ha rodeado a esta campaña lo hace extraordinariamente relevante.

Más allá de los objetivos que se planteara María Guardiola para adelantar elecciones (fundamentalmente poder prescindir de Vox en su acción de gobierno), el resultado de los comicios no solo certifica el fracaso en sus pretensiones (sigue sin poder gobernar en solitario y Vox está ahora dos veces más fuerte de lo que estaba tras los comicios de 2023), también rubrica el peor fracaso para el PP: no ser capaz de mejorar su resultado cuando todos los astros se alinearon para darle el triunfo.

Sí. Nunca en la historia habían concurrido tantas razones para obtener o acercarse mucho a la mayoría absoluta para el PP en una plaza como la extremeña. A saber: un candidato socialista quemado, acorralado por casos de corrupción e imputado. No solo eso, en la región, los asuntos de Gallardo, amén de sus tratos de favor, con el hermanísimo de Sánchez, David Azagra, eran voz pópuli.

Si esto no fuera suficiente, la campaña ha estado aderezada por innumerables informes de la UCO y de la UDEF acorralando al PSOE. No solo eso, los casos de acoso a mujeres por parte de líderes socialistas han sido también constantes en las últimas semanas. Unas circunstancias que, unidas al empobrecimiento sistemático de los extremeños (como del resto de españoles), y el empeño del PSOE en cerrar Almaraz, uno de los motores económicos de la región, entregaban en bandeja de plata a Guardiola una mayoría absoluta casi obligatoria.

Pero Guardiola es Guardiola y si ya en 2023 hizo una campaña nefasta para recoger el descontento de los extremeños con el socialismo patrio, en 2025 ha hecho lo que parecía impensable: ¡Empeorarlo! Y es que nunca un candidato del PP a la Junta de Extremadura contaba con más recursos, viento de cola y mayor alineamiento de astros que ahora para lograr una mayoría absoluta que hasta las encuestas le permitían acariciar. Pero nada. Guardiola decidió hacer de Guardiola: no ir al debate, hablar de feminismo y volver a escupir a Vox.

¿Resultado? 9.000 votos menos para el PP y casi 40.000 más para Vox. Es decir, que de los 108.000 votos que pierde el PSOE, 55.675 fueron a la abstención. De los 52.500 restantes, 17.353 habrían ido a Podemos-IU-AV, otros 35.000 presumiblemente a Vox que también recoge casi todo el descontento del PP.

En definitiva, Feijóo debería tomar nota. Esto de convocar elecciones para no tener que pactar con Vox, no les sale bien. Fue la excusa de Guardiola para ir a las urnas: no tener mayoría suficiente para evitar a Vox en la aprobación de los presupuestos. Pues los electores han hablado alto y claro: quieren más Vox y menos Guardiola.

Ya lo dijo María San Gil en un desayuno informativo reciente: PP y Vox están condenados a entenderse por mucho que uno y otro estén empeñados en combatirse.

Y otra reflexión ante las próximas citas en Aragón (2 de febrero), Castilla y León (14 de marzo) y Andalucía (junio): ¿Se imaginan un candidato popular más parecido a Feijóo que Guardiola, y un candidato más parecido a Sánchez que Gallardo? Yo no.

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