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Mercedes Rodríguez Martín

Sánchez está vivo

En un ejemplo del sanchismo más puro, ese que siempre sorprende aunque parezca imposible, el presidente no le dedicó ni una palabra a Extremadura.

La secretaria de Políticas Sociales, Mayores y Movimientos Sociales del PSOE y nueva ministra de Educación, Milagros Tolón (3d) saluda a Sánchez a su llegada a la reunión de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE. | EFE

Eran las regionales más sanchistas, con un candidato firmemente unido a uno de los escándalos que revolotean alrededor del presidente: el del enchufe de su hermano. El imputado Miguel Ángel Gallardo cumplió con creces las expectativas y se abrasó en las urnas tras el hecho insólito de convertirse en candidato a pesar de su imputación, machaconamente achacada al fango y los pseudomedios, como todo lo malo que ose tocar a Pedro Sánchez. Y a pesar de ello, en un ejemplo del sanchismo más puro, ese que siempre sorprende aunque parezca imposible, el presidente no le dedicó ni una palabra en su apresurada comparecencia de este lunes para anunciar a las sustitutas de Pilar Alegría, noticia con la que, dicen, aspiraba a tapar en algo la sangría electoral en los titulares. El presidente para el que ya es habitual superar la hora larga de discurso en sus comparecencias fue tacaño en palabras hasta con su ya exministra y no dedicó ni una sola a las elecciones, ni tan siquiera para agitar el espantajo de Vox. Eso se lo dejó a sus esbirros, dedicados desde el domingo por la noche a camuflar una derrota estratosférica diciendo que el fracaso es de Guardiola.

Interpretar a un Sánchez cada vez más alejado de cualquier comportamiento razonable es arriesgado: su silencio fue entre desafiante y soberbio, un portazo a todos los que aguardaban una valoración casi inevitable, pero también mezquino en su ninguneo a quien fuera su candidato, un Gallardo empujado a dimitir tras 24 horas de arder en la pira de su partido. Pero quizás su reacción fue superada por la de los suyos, embarcados en la difícil tarea de desvincular al presidente de un 21-D al que está intimísimamente ligado.

La más destacada fue la de la portavoz socialista Montse Mínguez: frente a quienes les ven "tocados y hundidos" (su única alusión a la interpretación más lógica de lo ocurrido), la socialista llegó a decir que "gracias a este gobierno de progreso se mantienen en este país los derechos y libertades" y "es gracias al dique de contención de Sánchez que los ciudadanos de Extremadura pueden ver protegidos sus derechos". "Nuestro balance lo tienen en el BOE, en los datos económicos, cada vez que abren la nevera", llegó a decir la socialista, que con ímpetu proclamó que "no hay fin del sanchismo". Mientras Podemos sentenciaba que "están muertos", Mínguez aclaró que Sánchez "está más fuerte y vivo que nunca". Un Sánchez eterno, invencible, imprescindible, le faltó decir a la hiperbólica Mínguez en su retrato del presidente y su "dique" antiderecha aunque en Extremadura se le esfumaran los votos. No me iré, dejó ver entre sus pocas líneas el presidente. No se irá, repiten los suyos. Y será verdad.

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