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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Con las faldas remangadas

Se han ido de vacaciones. Los ministros, se entiende, como todo el mundo todos los años. Pero este, las consignas del primero, de Villepin, son muy paternales: niño ¡no te alejes! No te adentres solo por el bosque, no te alejes de la orilla, no te alejes de las faldas –o del bikini– de mamá. En su caso, la orden es tajante: que Sus Señorías, no se alejen de París.

Se han ido de vacaciones. Los ministros, se entiende, como todo el mundo todos los años. Pero este, las consignas del primero, de Villepin, son muy paternales: niño ¡no te alejes! No te adentres solo por el bosque, no te alejes de la orilla, no te alejes de las faldas –o del bikini– de mamá. En su caso, la orden es tajante: que Sus Señorías, no se alejen de París.
Antes de irse, de Villepin y su gobierno han parido dos chapuzas: una, consiste en lanzar la campaña a favor del “patriotismo económico”, vieja retahíla ya lanzada tanto por el Frente Nacional como por el PCF en tiempos de Mitterrand: “¡Produzcamos francés!¡Compremos francés!” con difusión masiva de carteles y pasquines y destrozos contra los coches de marcas extranjeras. Dominique de Villepin, basándose en el “caso Danone”, cuyas pesquisas sobre si hubo trampas bursátiles y mentiras rentables, se han interrumpido debido a las vacaciones, pretende convertir las empresas francesas en fortalezas indómitas, sobre todo las que funcionan bien, o sea las internacionales, pero con mando francés. Como Danone, por cierto.
 
Su discurso no ha convencido a nadie, salvo al PCF, porque, como la patronal MEDEF, y hasta Le Figaro, aún más chiraquiano desde que lo ha comprado Serge Dassault, constructor de aviones militares y diputado del UMP, todos se mofan de su “síndrome Maginot” o sus inverosímiles pretensiones de levantar un nuevo “Muro del Atlántico”, cuando la economía ya es mundial, y hasta las empresas francesas que funcionan son precisamente internacionales o multinacionales, y el “maldito capital extranjero”, bienvenido en la práctica, ya está solidamente instalado en Francia. Expulsarlo, atrincherarse, aislarse, no sólo sería “poco europeo”, sería sobre todo catastrófico económicamente, y concretamente, aumentaría vertiginosamente el paro. La verdad es que eso de la autarquía patriótica no se lo cree ni el propio Villepin, no pasa de piropo chovinista a sus posibles electores. Por cierto, lo del paro constituye la segunda chapuza gubernamental. Se anunció a bombo y platillo que había disminuido en más de 30.000 demandeurs d´emploi por primera vez desde el año de la nana. Se trata de las estadísticas oficiales de este mes de junio. La oposición sociata, y es posible que esta vez tenga razón, denuncia una manipulación de las cifras estadísticas, en la que los parados que ya no cobran más el subsidio de paro se borran de la lista de espera y aparecen como personas que han encontrado empleo. Pero lo que nadie dice, y me extraña, es que en un país turístico como Francia, todos los años, todas las empresas relacionadas con el  turismo y las vacaciones, contratan a temporales, con lo cual todos los años disminuye el paro durante unas semanas. Salvo en España, este año. Como a Zapaterito le tratan, los chiraquianos y los sociatas, como a su niña de los ojos, su prensa había anunciado triunfalmente que en Francia y también en España, el paro había disminuido considerablemente. Y nos enteramos que, por primera vez desde el año de la nana, ha aumentado en julio, o sea, un mes turístico también en España.
 
Los matutinos de hoy no han tenido tiempo de anunciar –las radios, sí– el siniestro descubrimiento de 351 fetos y cadáveres de recién nacidos, en una cámara frigorífica del Hospital Saint-Vincent de Paul, de París. La ley dispone que si las familias no reclaman los fetos o los bebés que nacen muertos en los siguientes 10 días se incinerarán. ¿Qué ha ocurrido? ¿Descuido administrativo en “los mejores hospitales del mundo”? ¿O reservas ilegales para experiencias clandestinas en laboratorios? La sombra de Frankestein es alargada, y la realidad siempre es más siniestra que la ficción.
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