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Alberto Acereda

Primarias fluidas

A los socialdemócratas les interesa que salga nominado Romney porque en el campamento Obama consideran que la ley de salud pública de Massachusetts impulsada por Romney imposibilita que este candidato pueda enfrentarse abiertamente al Obamacare.

Los medios de comunicación norteamericanos llevan desde el inicio de los debates presidenciales del Partido Republicano intentando escogerle al pueblo el candidato que se enfrentará a Barack Obama en las generales de noviembre de 2012. No se trata aquí ya sólo de un intento en regla por parte de los medios afines a Obama, aunque esos sean los que más están empujando. También hay medios más cercanos a la derecha política, como el Wall Street Journal, e incluso el canal Fox News, que están presionando más o menos veladamente a favor de la candidatura de Mitt Romney.

A los socialdemócratas les interesa que salga nominado Romney porque en el campamento Obama consideran que la ley de salud pública de Massachusetts impulsada por Romney durante su mandato como gobernador en dicho estado imposibilita que este candidato pueda enfrentarse abiertamente al Obamacare, punto clave en la campaña. El Partido Demócrata ve, además, a Romney como un político con una trayectoria inconsistente en cuanto a opiniones y son conscientes de que entre el electorado de la derecha, Romney es visto con ciertas dudas. Saben, además, que Romney aguantó viento y marea contra McCain en 2008. Supo ejercer de buen perdedor y esperar su turno en estas nuevas elecciones, cosa que en el GOP se premia.

La estrategia de Obama y su campaña, por tanto, es que ahora Romney aparezca como el enemigo a batir, esperar a que los otros candidatos republicanos lo ataquen y así abrir la puerta a sacar todos los trapos sucios posibles hasta invalidarlo. Obama sabe que estas elecciones serán un referéndum sobre su gestión y nada mejor que contrarrestar eso con la presentación de un Romney como "Obama light", en expresión del propio Rick Perry. De hecho, uno de esos trapos sucios que los medios afines a Obama ya han sacado resulta ser la alegación que esta misma semana lanzaba el reportero de la cadena NBC Michael Issikof. Se refería a unas filtraciones de la propia Casa Blanca según las cuales varios colaboradores de Romney se reunieron hace unos meses hasta una docena de veces con los asesores de Obama para ayudarle con la estrategia para sacar adelante el Obamacare, ley odiada entre la derecha republicana.

En el establishment del GOP y en algunos medios cercanos, como el citado WSJ, creen que Romney puede derrotar a Obama y no se fían (en esto creo que se equivocan) de posibles candidatos más conservadores o ligados al Tea Party. Al establishment del GOP le interesa que Romney se haga pronto con la nominación para evitar una sangría sobre su personalidad política, para evitar gastos innecesarios durante las primarias y para poder presentar a Romney con garantías de éxito ante la inmensa maquinaria política, y especialmente económica, que es ya la campaña de Obama. Es por eso que aunque abiertamente no se quiera reconocer, el apoyo de Chris Christie –gobernador de New Jersey– a Romney viene por esa misma avenida.

Romney, pese a ser un político lúcido, genera demasiadas dudas todavía entre el electorado del GOP y en el Tea Party no tiene todo el apoyo. Romney aguantó el tirón de Tim Pawlenty, que acabó retirándose. Aguantó la popularidad inicial de Michele Bachmann, ya prácticamente olvidada por muchos, y aguantó la llegada inicial de Rick Perry, que cada vez aparece más pasivo en los debates. Ahora está aguantando también el tirón de Herman Cain, que le supera ya en las últimas encuestas nacionales de esta misma semana. Lo de Herman Cain, creen algunos, es flor de unos días. La cuestión es saber ahora si el tapado de estas elecciones es Newt Gingrich y si éste acabará dando el salto hacia arriba en estas próximas semanas y logrará darle la vuelta a todo este tinglado. Gingrich está ya tercero en dos recientes encuestas. Sus apoyos van en aumento lo que confirma que estamos en unas primarias muy fluidas con un horizonte de combate entre el establishment del GOP y el Tea Party.

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