Menú
Amando de Miguel

A la luz de la razón

. Se sospecha que muchas decisiones políticas no se solventan en los debates parlamentarios, sino en cabildeos particulares, más o menos secretos.

Hace algo más de un siglo, el líder del Partido Conservador, Antonio Maura, pronunció su famosa frase: “Para gobernar, solo necesito luz y taquígrafos”. La alusión no era original. Se venía utilizando desde los comienzos de la Restauración de Cánovas, para indicar que la publicidad es la esencia del parlamentarismo. La primera libertad, conseguida por la Restauración, fue la de la “imprenta”, que ahora decimos “de expresión”. Tampoco hemos avanzado un gran trecho.

En el siglo XXI, echamos de menos mucha más transparencia, claridad o luminosidad en la tramitación de los asuntos políticos. Se sospecha que muchas decisiones políticas no se solventan en los debates parlamentarios, sino en cabildeos particulares, más o menos secretos. En ellos no solo cuenta la ideología política, sino los intereses personales, más o menos influyentes.

Qué lejos suenan los versículos del Evangelio de San Juan. Se nos dice que Juan Bautista, con su aureola de santidad, no representa la luz verdadera, que es la de Jesucristo. Me parece que el mundo actual no está para seguir la estela de la luz verdadera.

Maravilla una observación común. En el mapa nocturno de la Tierra, a vista de los astronautas, los destellos de luces representan la concentración de ciudades. Se cumple la metáfora de que la civilización es concentración de luz. Ese espectáculo cósmico me recuerda un dicho popular de tejas abajo: “Ya estamos en Haro, que se ven las luces”. Era el grito de júbilo, que daba el conductor de la diligencia, a finales del siglo XIX, cuando se aproximaba, al caer la noche, a la ciudad riojana de Haro. Fue la segunda localidad española en disponer de alumbrado eléctrico. La primera fue Jerez de la Frontera, en 1890.

Se tardó un siglo, pero, al final, se generalizó el uso del alumbrado público con electricidad en todas las poblaciones españolas. Dudo, ahora, de que, metafóricamente, la sociedad española haya conseguido que la política se desenvuelva a la luz de la razón, de forma transparente, o por lo menos, no opaca.

Es verdad que, ahora, nos circundan las emisiones de todos los medios de comunicación. Pero, por desgracia, muchas de tales operaciones no son más que propaganda interesada, en su peor sentido. La que más cuenta es la derivada del Gobierno o, a veces, de las entidades supranacionales; ahora la más vocal es la Organización Mundial de la Sanidad (se traduce mal por “salud”) o la Agencia Europea del Medicamento. Las cuales representan, no a las naciones, sino a los distintos Gobiernos en proporción a su respectiva influencia. Veamos un ejemplo sencillo, el de una vacuna que se ha asociado con casos de trombosis en distintos países. La organización médica intergubernamental de la Unión Europea dictamina que, a pesar de todo, dicha vacuna debe seguir administrándose. El argumento supremo es que “los beneficios superan los riesgos”. Estaría bueno que no fuera así. Es un razonamiento con muy pocas luces y sí gruesos intereses. Son innúmeros los ejemplos en los que eso sucede. Más chusco es ese monumento es ese monumento a la propensión de oscurecer las estadísticas oficiales. Me refiero a la costumbre de interrumpir la emisión de datos sobre la pandemia en las fiestas de guardar, incluso, los puentes y fines de semana. Se incluye, también, San José, que solo es fiesta en la mitad de las regiones españolas. Es una extraña costumbre para cumplir con el mandamiento de santificar las fiestas. Lo que no me parece tan justificado es que, de la estadística total de dosis de vacuna disponibles en España, falten varias docenas de miles. Es un balance que, según pasan los días, se va ampliando. ¿No hay ningún responsable de la custodia de tan valioso producto?
 

En España

    0
    comentarios