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Amando de Miguel

Amor y pedagogía

Los pedagogos han hecho mucho mal a la educación en España. Casi tanto como los sociólogos, que suelen ir de la mano.

Ya sé que el título de un modesto artículo no debe ser el de un gran libro de otro autor, pero es que Unamuno me priva. Del vasco de Salamanca me gusta sobre todo su antojo de encarnarse en algún personaje de sus extrañas novelas sin paisaje, solo con tipos humanos.

Los pedagogos han hecho mucho mal a la educación en España (que ahora dicen "nuestro país"). Casi tanto como los sociólogos, que suelen ir de la mano. Sus ocurrencias son innúmeras: despreciar los ejercicios de memoria, agrupar a los escolares en las clases según el año de nacimiento, abominar la tiza, eliminar los castigos. Hay mil más, pero me he propuesto no hacer frases que superen las 30 palabras.

Un buen criterio en la organización de la enseñanza en la edad obligatoria fue que los escolares llevaran uniforme. Se aceptó como una buena innovación de las famosas escuelas públicas inglesas, que, como es sabido, son privadas. En España hay un renacer de ese principio educativo, aunque lo abominan ciertos pedagogos progresistas. Pero me dicen que las autoridades educativas del ramo en la Comunidad de Madrid, gobernada por el PP, han tomado una decisión para el próximo curso que promete ser muy debatida. Consiste en que los alumnos puedan elegir en el uniforme escolar si llevar falda o pantalón. Ojalá sea solo una noticia falsa, de esas que ahora tanto se estilan, o bien un globo sonda, que también se dice en la jerga de la comunicación.

Comprendo la lógica del asunto. Se trata de eliminar la discriminación según el sexo (ahora se dice "género"). Pero se quedan cortos los políticos pedagogos. Supongamos que ya hemos conseguido una proporción de alumnos masculinos con la faldita de uniforme. Pero casi todos ellos tendrán un padre y una madre. ¿Llegará la coherencia pedagógica a sugerir que los progenitores masculinos se pongan falda, y no precisamente escocesa?

Mayor incoherencia es que los nombres propios suelen seguir siendo masculinos o femeninos. ¿No se sentirá molesto un chico con falda que atienda al nombre de Manolo? En esto puede ayudar mucho la moda reciente de poner nombres propios (antes se decía "de pila") que no se sabe bien si son masculinos o femeninos. Puede ser una ayuda el acudir a la nomenclatura eusquérica o de cualquier otro idioma no romance. La razón es que en castellano las cosas son casi todas masculinas o femeninas. Bien es verdad que se puede decir "el mar" o "la mar". Ya está, el nombre de Mar sería un buen ejemplo para llamar a un chico o una chica. No entiendo por qué los progresistas no han posibilitado todavía que las personas se pongan el nombre propio que les dé la gana y que se pueda cambiar a voluntad.

Los pedagogos a la violeta han impuesto que las chicas jueguen al fútbol y los chicos a cocinitas. Bien está en pro de la igualdad de género, que es el nuevo derecho fundamental. Supongo que se pasará pronto a la segunda fase: el fin de la segregación por sexos en los lavabos. Si es así ya en los trenes o en los aviones, no se comprende por qué no pueda ser igual en los colegios. Hay más conquistas progresistas. Por ejemplo, no se entiende la prohibición de que un varón piadoso profese en un convento de monjas.Se admiten sugerencias en la misma línea de conquistar la plena igualación de los sexos o los géneros, que ya no son dos sino varios y, además, cambiantes a voluntad.

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