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Amando de Miguel

El correccional de la escritura

Aquí estamos para aprender deleitándonos. Por eso mismo hay tantas rectificaciones y discusiones.

Aquí estamos para aprender deleitándonos. Por eso mismo hay tantas rectificaciones y discusiones. La autoridad la da el saber y la experiencia. Por mi parte, agradezco las muchas correcciones que he recibido sobre mis textos y opiniones. Seguiremos en la brecha.

Jaime Lerner (desde Israel) me comunica que tuvo un incidente en España con un jovencito ataviado con el hábito de la Orden de Santiago, precisamente en la plaza del Obradoiro (Santiago de Compostela). Aludía yo aquí a que las órdenes militares habían desaparecido en España. Ya veo que no. Debería yo haber precisado que son instituciones más que nada rituales o simbólicas sin ningún peso real en la vida pública española. Tengo algunos amigos que son activos en la Orden del Santo Sepulcro, y bien que lucen sus hábitos en la procesión del Corpus de Toledo.

Emilio Soria me corrige la frase "milicia es la vida del hombre sobre la tierra". No es del Eclesiastés, como yo decía, sino del Libro de Job. Intrigado me quedé y no tuve más remedio que consultar el caso con mi amigo (realmente alma gemela) Damián Galmés, experto talmúdico. Según su parecer, la expresión famosa pertenece al Libro de la Sabiduría, que incluye el Eclesiastés. Se admiten más testimonios.

José Luis Hernández observa que sufrimos un avance del dequeísmo con el verbo advertir (en el sentido de avisar de algo) Así, cunde la expresión errónea de "advertir de que". Es cierto ese avance, paralelo al que se ejerce con el verbo informar ("informar de que"). Pero no creo que se pueda calificar de erróneo. Es una variante que se ha impuesto en el lenguaje público y que resulta imparable. Puede que proceda de los hispanohablantes del otro lado del charco, que son la gran mayoría de nuestra comunidad lingüística.

Sí me parece un disparate identificar el asunto de la corrupción política con la olla podrida. Lo he oído en diferentes medios de comunicación. Pero esa expresión no es despreciativa sino todo lo contrario. En su día se dijo "olla poderida", es decir, un guiso con mucho poder o energía. Ha quedado como descripción del cocido y otros platos exquisitos en los que se mezclan a placer todo tipo de carnes y vegetales. Así pues, la corrupción nada tiene que ver con la olla podrida. La semejanza léxica es una pura casualidad.

Jesús Laínz echa su cuarto a espadas en la polémica sobre la reforma de la Constitución. Su tesis sigue la lógica de la navaja de Occam, es decir, las soluciones más sencillas son las mejores. Lo más sencillo para el montañés sería que la Constitución se cumpliera. Dado ese paso, ya podríamos empezar a reformarla. Me sumo a una opinión tan mesurada. Da vergüenza tener que reconocer ese hecho del incumplimiento de la Constitución por parte de nuestros amados políticos.

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