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Amando de Miguel

((El mundo cotidiano que se desvanece))

Los periódicos de papel, los teléfonos fijos, la telegrafía y tantos otros inventos que fueron revolucionarios se encuentran hoy en retirada.

Se nos llena la boca con algunas de esas palabras que escribimos con mayúscula. Son las que predican el continuo cambio social, el progreso, la revolución. Con tales ensoñaciones se oculta algo más común, cercano y minúsculo: los pausados vaivenes por donde discurre nuestra existencia cotidiana. No los dictaminan los políticos o los empresarios, ni se hallan sujetos a decisión alguna. Suceden porque sí, como producto de la natural evolución de las cosas vivas.

En todo caso, las transformaciones de la vida cotidiana se pueden apreciar muy bien oteando el pasado cercano. Contamos para ello con numerosos testimonios que nos han dejado nuestros mayores. Pero las variaciones que están teniendo lugar ahora mismo son difíciles de percibir. Simplemente, de vez en cuando caemos en la cuenta de algo que formaba parte de nuestra vida cotidiana y que ya no está. Por ejemplo, en tiempos no lejanos, pero de difícil precisión, alguien decidió poner ruedecitas a las maletas. Ahora todas son rodantes, lo cual significa un evidente progreso. El hecho no oculta una desaparición en nuestro paisaje urbano: en las estaciones de tren ya no hay maleteros. Como ya no hay ascensoristas o acomodadores de las salas de cine. La curiosidad nos lleva a fijarnos en otras muchas ausencias. Han desaparecido los vigilantes nocturnos o serenos, nadie sabe explicar por qué. La misma evolución técnica ha hecho que se esfumen los zapateros de portal o las señoritas que recogían puntos a las medias. Dentro de la casa ya no hay lugar para la mesa camilla con el brasero de cisco o de herraj. Supongo que los mocitos de hoy ignoran el significado de tales palabras. Lo que en su día supuso un notable avance en la higiene, la bañera, ya no se incluye en los planos de los arquitectos.

Los periódicos de papel, los teléfonos fijos, la telegrafía y tantos otros inventos que fueron revolucionarios se encuentran hoy en retirada. En los estancos ya casi nadie compra sellos, y no digamos pólizas. Llegará un momento no lejano en el que los estancos ya no vendan tabaco. Los mensajes internéticos son más prácticos que las cartas manuscritas o los telegramas. La radiografía se encuentra obsolescente al lado de la resonancia magnética. Al paso que vamos, en pocos lustros habrá desaparecido el teclado de los teléfonos (todavía llamados "móviles"; no se sabe por qué), ordenadores y tabletas. Se mantendrán todavía para los mudos, pues el resto de la población utilizará un dispositivo de reconocimiento de voz.

Más triste es la decadencia de las salas de cine y aun del mismo cine como arte autónomo. Hoy el cine es un complemento de la televisión y de la internet. No digamos si nos fijamos en el presagio del fin de la edición de libros en papel. En cuyo caso las bibliotecas serán algo así como museos. De momento lo que está de más en una biblioteca es la sección de enciclopedias.

Tanta es la reciente afición a las compras on line (pronto se podrá escribir onlain) que se teme un inminente declive de muchas tiendas. No se trata solo de las tradicionales sino de las que se ubican en los centros comerciales, que van siendo cada vez más de ocio. Puestos a desplegar la imaginación, no es difícil anticipar el fin del dinero contante y sonante, algo que parecía tan eterno como el fuego o el pan.

El progreso técnico forzará pronto al ocaso de las academias de idiomas. No es que renunciemos a comunicarnos con los hablantes de otras lenguas, sino que en esa tarea nos auxiliarán unos pequeños dispositivos traductores, que irán incorporados al reloj o al teléfono.

Sin embargo, a pesar de tantas novedades y desapariciones, la especie humana continuará desarrollándose con los mismos sentimientos. En cuyo caso la buena literatura nos seguirá emocionando. A pesar de la creciente masificación de las sociedades actuales y futuras, seguirá siendo central el núcleo de los parientes y amigos que uno selecciona con mejor o peor fortuna.

En España

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