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Amando de Miguel

El vodevil pepero

Se podría pensar que Casado desaparecerá del mapa electoral. Sin embargo, es un hecho que, todavía, no ha culminado su forzada renuncia al cargo.

Se podría pensar que Casado desaparecerá del mapa electoral. Sin embargo, es un hecho que, todavía, no ha culminado su forzada renuncia al cargo.
Pablo Casado conversa con Isabel Díaz Ayuso en los actos oficiales del Día de la Constitución | EFE

Desde hace meses, el verdadero drama del Partido Popular viene siendo el sordo enfrentamiento entre Casado y Ayuso; quizá, lo que esos dos personajes representan. Salvando las distancias, recuerda la relación entre Carlos V de España y Francisco I de Francia. Ambos reyes se consideraban parientes simbólicos (primos) y se veían unidos por un mismo afán: los dos pretendían ser señores de Milán. En este caso, los dos políticos aspiran a presidir el PP y, lógicamente, llegado el caso, el Gobierno de España. Casado llegó, por coopción, a la cúspide del PP, cumpliendo aquello de "el casado casa quiere". Para retener el mando, Casado hizo todo lo posible y lo imposible para mantener a la baronesa Ayuso en una posición subalterna. (Recordemos que, en castellano clásico, ayuso significa abajo). Ni siquiera le permitió acceder al legítimo puesto de presidir el PP de Madrid, retrasando sine die el congreso regional del partido, en el que habría de celebrarse la votación. La descarada verdad es que la baronesa ha conseguido unas cotas de popularidad más elevadas que las de cualquier otro pepero. Se basa en haber derrotado, clamorosamente, al PSOE en las elecciones madrileñas, y a la idea más activa de resolver la situación de la pandemia en la Comunidad de Madrid. Ese brillante papel ha provocado unos celos terribles en Casado, quien se ha presentado a sí mismo tantas veces como inminente presidente del Gobierno. Más dura será la caída. O, también, el principio psicológico de que la frustración genera agresión. Al final, los ardides para desacreditar a Ayuso, por parte de Casado, han sido tan zafios, que este se ha visto obligado a dimitir. Bueno, en realidad, se ha tomado un mes para abandonar el cargo y quién sabe, si también la política. De momento, es una táctica de supervivencia. Entre tanto, Ayuso ascenderá a un puesto directivo en el equipo de Feijóo, el eventual sucesor al frente del PP nacional. Es este un liderazgo que más parece provisional; por lo menos, no había sido previsto por nadie. Ha sido una solución de emergencia ante el desmoronamiento del PP.

Ayuso reprocha a su rival, Casado, que este se haya embarrado en conspiraciones de poca monta, en lugar de haber ido, directamente, contra el presidente Sánchez. Es más, cabe la sospecha de que haya sido el mismísimo Sánchez el inductor de la búsqueda de los papeles para desacreditar a Ayuso. La conjetura tiene su lógica. Ante unas posibles (y, cada vez, más próximas) elecciones generales, Ayuso sería un rival más temible para Sánchez que Casado o, incluso, que Feijóo, pensando en que las elecciones están cerca. La razón es clara: Ayuso se podría coaligar, perfectamente, con Vox. Es una alianza que aborrecen tanto Casado como Feijóo. Solo con ella se podría conseguir una mayoría absoluta de votos, necesaria para gobernar. Pero el planteamiento racional opera poco aquí. Cuenta más la sospecha de que Vox venga a sustituir al PP como partido mayoritario de la derecha. Por eso, algunos peperos tildan a Vox de extrema derecha y ellos mismos se consideran de centro-derecha.

Se podría pensar que Casado desaparecerá del mapa electoral. Sin embargo, es un hecho que, todavía, no ha culminado su forzada renuncia al cargo. No creo que su eventual desaparición de la arena política sea tan terminante como parece. Por tanto, a pesar de la actual visibilidad de Feijóo, tertium non datur (no se asienta un tercero en discordia). Es decir, en el PP, la lid se va a entablar entre dos candidatos a dirigirlo: Casado y Ayuso. Como en la lucha de los gladiadores más destacados, uno de los dos tiene que morir; políticamente, claro.

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