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Amando de Miguel

Este Gobierno no es muy legítimo

La legitimidad de ejercicio que puede exhibir el actual Gobierno no parece demasiado plausible.

La legitimidad de ejercicio que puede exhibir el actual Gobierno no parece demasiado plausible.
EFE

La legitimidad, para un Gobierno, puede ser de origen o de ejercicio. La doble exigencia debe mantenerse con finura. Bastante privilegio es tomar decisiones y legislar para toda una nación. Los gobernantes son legítimos, originariamente, cuando han llegado al poder, siguiendo los trámites legales; en democracia, tras unas elecciones. Una vez instalados en el mando, sus acciones deben ser consonantes con las necesidades o las aspiraciones populares. Tal autenticidad hay que ganarla día tras día; la refrendan no solo las leyes, sino el apoyo de la opinión pública.

En el Gobierno actual, hay pocas dudas sobre la legitimidad de origen. Bueno, hilando fino, asoman algunas. Por ejemplo, nuestro amado presidente no llegó al ansiado puesto, a través, de unas elecciones, sino mediante la añagaza de un voto de censura. Es un procedimiento legal, pero se valió para ello de una alianza non sancta con los separatistas vascos y catalanes. No se trata de unos partidos políticos cualesquiera. La prueba es que sus dirigentes (y, quizá, una buena parte de sus militantes) no se consideran españoles. Es más, sus votantes no proceden de toda España, sino, solo, de la región correspondiente. Unos partidos tan peculiares no se deberían considerar, democráticamente, representativos. Pero, son, extraordinariamente, influyentes. La prueba es la proclividad de toda la izquierda a decir "el Estado" en lugar de "España", una muletilla importada de los separatistas.

La legitimidad de ejercicio que puede exhibir el actual Gobierno no parece demasiado plausible. Simplemente, el espíritu de la Constitución se incumple de manera reiterada. En Cataluña, se perpetra un alevoso glotocidio contra el castellano, el único idioma en que nos podemos entender todos los españoles, catalanes incluidos. Añádase el indulto a los secesionistas catalanes, después de un intento de algo parecido a un golpe de Estado, en 2017. Se repite la situación de 1934, a salvo de las circunstancias de cada tiempo. Por si fuera poco, se teme que la alianza del Gobierno con Bildu vaya a conducir a la liberación de los asesinos de la ETA, actualmente, condenados.

Más discutible es la situación de que el Gobierno socialista-comunista-separatista carece de un plan económico para resolver la actual crisis. No hay más que ver que, a esta fase de decadencia económica el Gobierno la denomina "reactivación". El tratamiento de la pandemia del virus chino tampoco ha sido un modelo de acierto. En ambos casos, la información ha sido sustituida por la propaganda más descarada. La política de empleo mantiene unas tasas de paro más graves de las que se pueden soportar. El producto nacional muestra una deuda pública escandalosa, que deberá pagar la generación siguiente. En todo caso, la economía se asienta sobre un sector público sobredimensionado, escasamente, productivo. Lo peor de todo parece indicar que el PSOE, que no es un partido único, da la impresión de que aspira a ser la sola fuerza política que va a gobernar sine die. Eso es consecuencia de la extraña idea de la izquierda sobre la calificación de "fascista", con la que tachan a los partidos de la derecha. Resuena, aquí, una gran paradoja. Recordemos que la divisa del fascismo histórico (no hay otro) es: "Todo dentro del Estado; nada fuera del Estado". Es un apotegma que cuadraría muy bien con la política del Gobierno actual, siempre como remedo y a destiempo.

Rectificación. Debo reconocer un manifiesto error, cometido en un artículo de la semana pasada. Argüía yo que la etiqueta de la nueva variante del virus chino era el ómicrón. En principio, iba a llamarse con la letra griega ji; pero, la OMS desistió de ello para que no se enfadara el dictador de la China, llamado Xi. Entendí mal el argumento. La realidad fue que la propuesta inicial fue la de la letra xi, anterior a la ómicron, en el alfabeto griego. En ese caso, cuadraba, todavía más, la hipotética irritación del generalísimo chino. Tengo la suerte de contar con buenos amigos humanistas (José María Tortosa y Horacio Silvestre), que me han hecho ver mi error de interpretación. Gracias les sean dadas.

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