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Amando de Miguel

Los rebrotes de la epidemia

El resultado de la pandemia con 'rebrotes' y con una crisis económica elefantiásica es que de repente la vida se nos ha encarecido.

Tengo que rectificar mi apreciación aquí expuesta no ha mucho de que la maldita pandemia del virus chino se estaba trocando en una benévola y errática endemia. Por desgracia, la pandemia continúa; solo se libran de ella algunas islas físicas o políticas. Lo que ocurre realmente es que se transforma en una perversa combinación de epidemia sanitaria y cataclismo económico. La razón es bien sencilla. La economía dizque global que nos distingue necesita un incesante intercambio de mercancías, mensajes y al final contactos humanos. El confinamiento tiene un límite. Así que hay que levantar las medidas de aislamiento de la población. Se mantiene el consejo de las mascarillas y las distancias físicas (no sé por qué se dicen "sociales"), más que nada como un recurso psicológico.

El mundo entero se enfrenta a una aporía insoluble. A saber, se restringe la movilidad física de las personas por razones sanitarias, pero al tiempo se requiere un flujo continuo de traslados humanos por razones de trabajo o de ocio. La contradicción se resuelve mediante el fin del confinamiento (que tampoco ha sido una medida muy efectiva) y el control estricto de los rebrotes del virus que pueden surgir aquí o allá. De momento, se presentan casi al azar, aunque con la tendencia de producirse más bien en lugares de alta densidad urbana o de hacinamiento de la población inmigrante y marginada. A su vez, la ulterior pauperización de los países subdesarrollados hará que se potencien los movimientos de emigrantes legales o ilegales. Por este lado hay que ser muy pesimistas.

No paran ahí las tribulaciones colectivas. Gobiernos como el español no tienen más remedio que endeudarse todavía más, aumentando los impuestos y haciendo que disminuyan los salarios y las pensiones. Solo así pueden hacer frente a la creciente solicitud de ayudas y subvenciones que necesitan los distintos sectores económicos para subsistir. Lo cual significa que los contribuyentes deben pagar una parte del precio de los que compran automóviles o paquetes turísticos, por poner un ejemplo. Es una extraña forma de solidaridad.

En el ramo turístico y hostelero, tan esencial en España, se inventan nuevos sellos, pegatinas o marbetes para indicar que el local o lugar de esparcimiento se encuentra safe (libre) del maldito virus chino. Es claro que tal certificación no pasa de ser un buen deseo, un efecto placebo, una animosa propaganda. ¿Cómo se puede comprobar que el sello responde a la realidad? Más efectivo es el caso de los gastos extraordinarios y continuados de desinfección o similares, que también tienen que pagar los usuarios de los servicios de hostelería, transporte y otros. No está muy claro quién tiene que pagar el coste de la limitación de aforos en los locales de espectáculos o en ciertos transportes.

El resultado de la pandemia con rebrotes y con una crisis económica elefantiásica es que de repente la vida se nos ha encarecido. Una gran parte del presupuesto del Estado se tiene que destinar a amortizar la deuda pública, a pagar los sueldos de los funcionarios, las pensiones de los jubilados y los subsidios de los parados y los ertes. Se denominan así a los expedientes de regulación temporal de empleo, aunque tendrían que ser más bien ‘de desempleo’. Encima hay que distraer grandes cantidades para ayudar a las empresas de los distintos sectores. Se supone que la producción económica es una especie de esfera.

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