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Antonio Robles

Ante políticos necios, ciudadanía responsable

Hay millones de ciudadanos que votan a 'su' partido aun comprobando a diario que los engañan.

Hay millones de ciudadanos que votan a 'su' partido aun comprobando a diario que los engañan.
Pedro Sánchez, en un mitin en Barcelona. | EFE

A estas alturas de la película, nadie, absolutamente nadie en España puede ignorar las mentiras en cadena con las que nos toma el pelo a diario el Gobierno de la nación. Radios, televisiones, prensa escrita, redes sociales, medios digitales, dan cuenta en directo a todas horas del último berenjenal en que se ha metido o le han metido con nuevas mentiras. Imposible zafarse de ellas. Hay suficiente mala leche en este país para agrandarlas o tergiversarlas, como para multiplicarlas o diluirlas. El bochorno es tan insoportable que, aunque sea para darse de baja de tanta basura, has de revolcarte en ellas. Así que, al menos por esta vez, Pegasus ha logrado mostrar la eficacia para lo que fue diseñado. No sabemos si logró infectar el teléfono del presidente Sánchez o al Gobierno entero, pero sí ha logrado desenmascarar a Pedro el Trolas, obligándole a meterse en un zarzal de mentiras que, cuanto más bracea y se revuelve para librarse de ellas, más desgarros se hace.

Lo más paradójico es que son los nacionalistas indultados por él quienes están empujándole al zarzal. Son maestros consumados en espinas, mentiras y estiércol para abonar estos arbustos de moras exóticas camufladas entre espinos peligrosos.

De esta farsa, que ya no aguanta nadie, tienen sobrada información. Y por si alguien vuelve despistado de un retiro monacal le linko este vídeo de Juan Ramón Rallo, Espiando a Pedro Sánchez: un show propagandístico y autoexculpatorio, donde hace las preguntas adecuadas para desnudar al Trolas. Y vuelvo al principio.

La ciudadanía, esa que pone y quita Gobiernos, sólo juzga. Pone a los políticos de vuelta y media. Más o menos como los malos estudiantes a los profesores rigurosos. Pero no se hace cargo de su propia irresponsabilidad. Que Pedro Sánchez es un jeta, lo sabemos. Y su Gobierno un nido de víboras, lo demuestran cada día. Que nacionalistas, filoetarras y populistas trabajan a diario desde ese mismo Gobierno para destruir al Estado desde dentro, lo vocean orgullosos cada día ellos mismos. Bien, ya está, dejémoslos en paz, lo tenemos claro. Los lamentos de barra de bar sólo llevan a la melancolía. Ante la evidencia, acción.

Nadie es inocente en esta historia. Ni un solo ciudadano. Por muy estafado que se sienta. Él, con su voto, tiene la oportunidad y la responsabilidad de no dejarse timar, y utilizar ese voto para castigar a quien quiera que lo menosprecie desde cualquier institución del Estado. Sea de derechas, de izquierdas o mediopensionista. Comportarse como una Adriana Lastra cualquiera, que se guía en política como un hooligans del fútbol y la determinación sectaria que lleva tatuada en la mente, es enfermizo. Y un suicidio colectivo.

No puede ser que la responsabilidad del voto esté dirigida por emociones partidarias, como en el deporte, en vez de por razones sociales, pues nos jugamos la hacienda, la seguridad, la sanidad, la educación, la igualdad de oportunidades y la libertad. Nadie en su sano juicio perdona a un socio que lo tima, ningún obrero soporta que el empresario le escatime los pagos a la Seguridad Social, no perdonamos a nuestra pareja si nos maltrata, ni admitimos que en el restaurante nos den gato por liebre. ¿Qué aficionado consentiría a un árbitro que domingo tras domingo pitara en contra de su equipo sin jurar en arameo contra él? Pues hoy, en España, hay millones de ciudadanos que votan a su partido aun comprobando a diario que los engañan. Puede más el fervor emocional a los colores que la hacienda o la honestidad. Ni es comprensible ni es admisible.

Aquí nadie es inocente. En la vida nuestros actos tienen consecuencias, como nuestro voto. Basta ya de refugiarse en la masa para desentenderse de nuestra responsabilidad social. Los ciudadanos somos tan culpables de lo que nos pasa como los políticos que hemos elegido. ¿A que ninguno de ustedes se siente aludido?

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