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Cristina Losada

El turista occidental de la Yihad

Por ese afán de culpar a Estados Unidos del descalabro de Irak hay gente, muy progresista ella, a punto de cantar las excelencias de la dictadura.

Por ese afán de culpar a Estados Unidos del descalabro de Irak hay gente, muy progresista ella, a punto de cantar las excelencias de la dictadura.

La presencia de occidentales en las filas del grupo terrorista ISIS y el hecho de que el autor de las decapitaciones de dos periodistas americanos sea, como indica su acento, un británico han vuelto a despertar la afición a autoinculparse con la que tantos occidentales reaccionan a los conflictos y la barbarie que surgen en otras zonas del mundo. Estas gentes atribuladas se preguntan qué hemos hecho mal para que jóvenes nacidos y criados en nuestras democracias se apunten a la delirante empresa de cortar cabezas y masacrar a poblaciones enteras en lugares inhóspitos de Siria e Irak. Bueno, para empezar quizá hacemos mal –ellos lo hacen, sin duda– en relegar la responsabilidad individual a la ultimísima fila y cargárselo todo, todo lo malo que hacen las personas, a la cuenta del "sistema" y la sociedad.

No es sólo que un reciente reportaje de The Economist, que cifraba en 3.000 los occidentales que han ido a combatir con los yihadistas, permita desmentir, al menos en el caso de los británicos (los más numerosos), que se trate de individuos no integrados en la sociedad y sin nada que perder, salvo la vida. También resulta que uno de los grandes atractivos que tiene ISIS para estos turistas de la Yihad es justamente que dicho grupo establece, en los lugares de los que se apodera, un sistema: un sistema brutal, rígido, inescapable, totalitario al que hay que someterse por completo, en cuerpo y alma.

En sus países de origen, en las democracias, la integración no es ni puede ser obligatoria. Aunque el sistema democrático se funda en valores compartidos, no existe la obligación perentoria de compartirlos: existe la obligación de cumplir la ley. Los occidentales que acuden a las filas de bandas como ISIS rechazan la libertad y renuncian a ella. Prefieren un sistema sin libertad alguna y van a Siria e Irak a imponérselo a otros por la fuerza de las armas y la crueldad. Esto sin perder de vista otros elementos, como la búsqueda de una identidad y el afán de aventura. El aburrimiento, lo dijo el sociólogo Robert Nisbet, es la fuerza de la Historia que más se ha subestimado.

Aún hay otra faceta de la patología autoinculpatoria en este asunto, si bien no lo es del todo, pues consiste en culpar a Estados Unidos, a la invasión de Irak en 2003, del caos en ese país y del avance del ISIS. Naturalmente que se cometieron errores monumentales, como haber hecho tabla rasa de la estructura estatal de que disponía Irak. Pero sea cual sea el juicio que nos merezca la invasión, de entonces acá han pasado más de diez años, y alguna responsabilidad tendrán las elites políticas iraquíes en el fracaso del proyecto democrático. Igual que la tendrán agentes externos no occidentales, dado que en la región están librando batalla, a través de milicias y grupos terroristas, dos potencias como Irán y Arabia Saudí.

Contraponer el caos actual en Irak al orden anterior a la invasión americana en beneficio del segundo es un ejercicio tramposo y de alto riesgo moral. Porque es cierto que había más orden en Irak antes de la invasión, pero era el orden de una dictadura sanguinaria. ¡Pues claro que las dictaduras son eficaces a la hora de mantener el orden! Sadam Husein mantenía el orden con puño de hierro, con represión, crueldad, asesinatos y matanzas. Y por ese afán de culpar a Estados Unidos del descalabro de Irak hay gente, muy progresista ella, a punto de cantar las excelencias de la dictadura. Cosas veredes.

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