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Cristina Losada

La travesura de Pedro Sánchez

Hay dos categorías de oportunistas: la de los que respetan la palabra dada y la de Pedro Sánchez.

Hay dos categorías de oportunistas: la de los que respetan la palabra dada y la de Pedro Sánchez.

El padre de John F. Kennedy y el clan irlandés que le apoyó en su incursión en la alta política, allá en la época de Roosevelt, eran gente carente de principios. Sólo uno tenían: el que te ayuda siempre recibe algo a cambio. Podrá deplorarse ese vulgar tráfico de favores, pero lo que me interesa destacar es que incluso entre los más oportunistas de los oportunistas rigen reglas sustentadas en la confianza en que los acuerdos van a cumplirse; también los que están implícitos. Dicho esto, no nos queda otra que constatar que hay dos categorías de oportunistas: la de los que respetan la palabra dada y la de Pedro Sánchez.

El no a Juncker que ordenó votar el nuevo secretario general es un no a una forma de hacer política fundada en la confianza en que los compromisos se cumplen. La cuestión no es si el pacto entre los populares, los socialdemócratas y los liberales europeos se había puesto por escrito. Sólo faltaba que para respetar un acuerdo político hubiera que firmarlo ante notario, como por cierto le gustaba hacer a Mas para luego saltárselo tan ricamente. El tal acuerdo europeo existía, por él los conservadores respaldaron al socialdemócrata Schulz como presidente del Parlamento, y el PSOE lo ha roto. Esta es la poco edificante historia de la primera decisión relevante del nuevo líder del socialismo español.

Sánchez mandó romper el acuerdo europeo por su cuenta y riesgo, calculando que los riesgos eran insignificantes y la ganancia segura. A fin de cuentas, hay cierta tendencia en España a hacer gamberradas en la política exterior para marcarse tantos en el ámbito doméstico. Las facturas vienen después, pero a qué cortoplacista le importa: ya lo arreglará de alguna forma. Si alguien en la galáctica Eurocámara se ha preguntado qué les pasó a los catorce del PSOE, le habrán dicho que hay un chico nuevo y ya se sabe. Sólo espero que no les impartan la explicación que dieron algunos aquí: que el nuevo secretario general no tiene por qué respetar los compromisos adquiridos antes de su llegada. Alucinante.

El gesto a la galería de Sánchez para desmarcarse de la derecha y de la austeridad responde, sin duda, a la inquietud por un populismo de izquierdas que muerde en la base social del PSOE. El problema es que así se alimenta al animalito. Así se legitiman las nociones simples y falaces que nutren a los populistas en auge. ¡Ah, es que el PSOE no gobierna y puede echar una cana al aire para contentar a sus revoltosas bases! Cuidado. Cuidado con las excursiones a los márgenes, porque acaba uno instalado justo allí.

El ascenso del populismo en España tiene raíces similares que en el resto de Europa, pero se ha beneficiado, además, de la contribución de los dos grandes partidos. Tanto el PP en la oposición a Zapatero después de mayo de 2010 como el PSOE, con Zapatero y ahora en la oposición, han hecho populismo a espuertas sobre la crisis. Los dos abonaron el terreno para que llegara el populista auténtico y recogiera la cosecha. Pues nada, a perseverar en el error.

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