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Daniel Blanco

El espléndido partido del Málaga

Fue una victoria épica pero con otro trasfondo que la que consiguió el Málaga. El equipo de Gracia había preparado de forma obsesiva el partido.

Ganar en un estadio como el Camp Nou no se debe sólo a la suerte. Con sólo la diosa fortuna sueles perder, salir trasquilado tras un esfuerzo inútil. Hay que hacer más cosas y el Málaga las hizo todas bien el sábado.

Porque el Celta había ganado también en el recinto azulgrana, pero los de Berizzo estuvieron 40 minutos colgados del larguero viendo como pasaban una tras otra ocasiones del equipo local, sin suerte en el remate. Fue una victoria épica pero con otro trasfondo que la que consiguió el Málaga. El equipo de Javi Gracia había preparado de forma obsesiva el partido. Con unas ayudas constantes para producir dos contra uno a Neymar, Messi y Luis Suárez. Con unos apoyos extraordinarios, saliendo a la contra con cuatro o cinco jugadores.

Pero sobre todo reforzando lo que ya ha hecho algún equipo este año. Despreciando las bandas. Ni Rosales ni Miguel Torres tapaban los centros de Alves o Jordi Alba. La misión de estos dos jugadores era estar en el centro. Conseguir una línea de cuatro tupida para que nadie pudiera pasar por el pasillo central. Pensó el Málaga en dejar centrar, pensó el equipo andaluz que no pasaba nada mientras que lo complicado fuera rematar. Y le salió muy bien.

Delante de esa línea, otra de cinco compuesta por los dos pivotes y por los tres media punta. Sólo Juanmi arriba, autor del gol, en una estrafalaria cesión de Dani Alves a Bravo. Un extraordinario planteamiento que, evidentemente, también tuvo una dosis de fortuna. Pero no fue la clave.

La clave fue el armazón táctico que provocó que el Barcelona sólo disparara con peligro dos veces a puerta. Iniesta en un cabezazo en la primera parte y Luis Suárez, el mejor arriba, con un disparo en la segunda. Las dos las atrapó sin problemas Kameni. El guión del partido de ida se repitió. El Barcelona le ha disparado al Málaga dos veces en 180 minutos. Algo bueno ha debido hacer el equipo andaluz.

Por supuesto que cuando un equipo grande pincha en casa se suele poner el acento en el demérito de éste. Pero Javi Gracia es un excelente entrenador, criticado en Pamplona porque murió con lo que él creía y murió de forma cruel, en su casa, donde él se crió. Pero los dirigentes del Málaga vieron en él un juego propicio para el club y es verdad que a lo mejor no efectivo en El Sadar. Pero así es Javi Gracia, que tiene al equipo séptimo en la tabla y al que el Barcelona no le ha marcado un sólo gol en dos partidos.

El equipo culé duda en el momento que es peor hacerlo. A un día del enfrentamiento con el City. Las once victorias consecutivas se rompieron de manera abrupta el sábado. Otra vez con un gol en contra antes del minuto diez, como han venido tres de las cinco derrotas en este curso (en Anoeta, gol encajado en el minuto 1; en París, en el 9 y el otro día en el 6). Algo tendrá que ver en la ansiedad que le provoca al equipo un gol tan pronto, lo que evidencia que un plan B no existe en este Barça. Si sale bien el A, muy bien, si no, están apañados.

Dijo Luis Enrique que la derrota fue merecida. Un enorme reconocimiento a los méritos del Mälaga. Fuera las excusas de algunos jugadores con el planteamiento defensivo visitante. El Málaga fue mejor, quizá no mucho, pero lo suficiente para hacer algunas cosas mejor. Con eso basta.

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