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Daniel Rodríguez Herrera

El verdadero bulo de las denuncias falsas

Aproximadamente tres cuartas partes de las denuncias por violencia de género se archivan o acaban en absolución del acusado.

Aproximadamente tres cuartas partes de las denuncias por violencia de género se archivan o acaban en absolución del acusado.
Begoña Gómez y Carmen Calvo, en la manifestación del 8-M | EFE

De nuevo, el feminismo mediático vuelve a desmentir lo que ellos llaman “el bulo de las denuncias falsas”, frecuentemente aderezado con un origen impío en la extrema derecha o en Vox, tanto monta. De nuevo, el método es el mismo, acudir a la memoria de la Fiscalía más reciente publicada para ver cuántas condenas hay por denuncia falsa y hacer la división para anunciar que son el cero coma cero cero algo. Repetir la misma mentira continuamente antes recordaba a Goebbels, pero ahora debe de ser lo que llama su autora hacer periodismo “con perspectiva de género”; mientras sea bueno para el convento de las hermanas calvinas, todo vale. Pero, como hemos seguido replicando año tras año, esa estadística no contesta a la pregunta de cuántas denuncias falsas hay, sino a la de cuántas se persiguen y castigan. Y son preguntas muy distintas.

El caso es que aproximadamente tres cuartas partes de las denuncias por violencia de género se archivan o acaban en absolución del acusado. Y como no vivimos en Estados Unidos, no se trata de casos en los que el acusado sale libre porque es su palabra contra la de la mujer; para que te condenen en España basta con que el juez considere creíble tu testimonio. Generalmente se enumeran tres requisitos para que se produzca una condena con la sola prueba del testimonio de la mujer: que ésta no sufra trastornos mentales ni tenga intereses personales, que lo que cuenta sea verosímil y que sea consistente en sucesivos testimonios. Pero en realidad no son más que orientaciones: es el juez quien, al margen de esas directrices, decide si la acusadora le parece suficientemente creíble como para condenar en base a su solo testimonio. Y no es algo anecdótico que se tenga en cuenta sólo en unos pocos casos al año, hablamos de alrededor de un tercio de las condenas. Y aun así, tres cuartas partes de las denuncias acaban declarando inocente al acusado. ¿De verdad que eso no hace saltar las alarmas, aunque sea un poquito, a nuestros inquisidores de género?

Una de las excusas es que los hombres se libran porque las mujeres, pobrecicas mías, se arrepienten por no estar suficientemente concienciadas y retiran la denuncia o no van a declarar al juicio. Pero eso supone aproximadamente un 15% de los archivos y absoluciones. Faltaría el 85% restante por explicar. De ahí la constante lluvia fina de denuncias calvistas contra los jueces por no estar suficientemente imbuidos en perspectiva de género y por tanto respetar, aunque sea mínimamente, antiguallas superadas como la presunción de inocencia, siempre y cuando el acusado sea varón y no haya sido propuesto por los socialistas para un puesto importante como el Tribunal Constitucional.

Así pues, ¿cuántas denuncias falsas hay? Pues es imposible saberlo con certeza, pero está en algún punto entre el cero coma cero y las tres cuartas partes de todas las denuncias. El imprescindible Bou se repasó las sentencias de un estudio del CGPJ en el que examinaban 200 casos de violencia en la pareja y concluyó que aproximadamente tres cuartas partes de las absoluciones por “falta de pruebas” son ejemplos bastante claros de denuncia falsa. Como nadie más, que yo sepa, ha hecho un esfuerzo similar, tendremos que conformarnos con sus cifras. Y estas concluyen que algo más de la mitad de las denuncias por violencia de género son falsas.

Sí, del cero coma a más de la mitad hay un trecho considerable. Más o menos el mismo que hay del feminismo de verdad, el que busca la igualdad entre hombre y mujer, al supremacismo calvista que pretende castigar a quien sostenga herejías contra los dogmas de la fe.

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