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EDITORIAL

La intolerable injerencia de la ideología en la enseñanza

Cuando, en lugar de a enseñar, los libros y los profesores se dedican a adoctrinar, traicionan la misión que les ha sido encomendada.

Queel de la enseñanza es uno de los grandes problemas de España es una evidencia para cualquiera que se acerque a estudiar mínimamente la cuestión. Lo es por los bajísimos resultados académicos que arroja el sistema, como queda penosamente demostrado en las pruebas internacionales. Lo es por la falta de adecuación de éste al mercado laboral, que hace que la tan mal llamada "generación mejor preparada de la historia" sufra una tasa de paro juvenil que se encuentra entre las más altas de la Unión Europea. Lo es porque el igualitarismo y la caída del nivel de exigencia han hecho han comprometido gravemente una de las funciones primordiales de la escuela: servir de ascensor social que permita prosperar a quienes están en peores condiciones socioeconómicas.

Y lo es, por supuesto, porque se ha convertido en una herramienta de adoctrinamiento nacionalista –en tantos casos– o, en tantos otros, ultraizquierdista. De esto último da cumplida cuenta un estudio encargado por el Círculo de Empresarios, donde se denuncia que se envenena a los jóvenes con dosis masivas de anticapitalismo.

No se trata de que las escuelas y los institutos sean casas liberales –si bien ciertas verdades económicas e históricas hablan por sí mismas–, pero los que elaboran los manuales –y los que los aprueban– deberían tener la decencia de, al menos, ofrecer una pluralidad de enfoques.

Cuando, en lugar de a enseñar, los libros y los profesores se dedican a adoctrinar, traicionan la misión que les ha sido encomendada; traición especialmente repugnante cuando se trata de la enseñanza pública y las víctimas son menores de edad. Los adoctrinadores son indignos de la escuela pública, un baldón y una afrenta. Hay que acabar con ellos antes de que acaben definitivamente con el sistema.

En España

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